Cuento: Huracán de fuego

Hielo y Candela estaban en un parque lleno de mesas, uno de esos en que las sillas se disponen de tal manera que las conversaciones que se digan allí sean un poco más trascendentales.

Se escuchaba un murmullo acelerado sobre los impuestos, las enfermedades, los distintos tipos de dolor de cabeza y las formas menos elocuentes de gastar la plata. Hielo esquivó caras y volvió a la mesa con las cervezas. Se sentó, las dejó encima y se quedó callado un momento.

Candela también. Los ojos se les cruzaban en una complicidad que los dos sentían como un huracán.

«Heme aquí suspirando como quien quiere y ama», murmuró Candela. 

Un silencio largo, pero tan cómodo. 

Para ahondar en ese silencio plácido, Hielo decidió no decir lo que le iba a decir al oído, sino que se lo escribiría en una servilleta con el lapicero azul que le habían prestado en la tienda. A partir de ahí, en el mundo de los dos, el resto del otro mundo se iba desvaneciendo debajo de la mesa:

«La flor reverdece en las penumbras de una habitación oscura

Lo hace y se levanta de la cama con solo su propia electricidad

El mundo que cabe en sus párpados se hace redondo

La nieve de su piel se llama incendio

Sus uñas blancas pellizcan la lengua

Las líneas de su caos apuntan para adentro

Como cuando el gallo canta a las dos de la madrugada y arrulla

Como cuando llueve tres veces en una misma tarde

Como cuando unos ojos —los tuyos— son un arma de protección personal

Como cuando apareces en la baraja como as y reina

Como cuando también me revientas los pliegues del corazón

Estás sola porque los que te persiguen van en la dirección contraria

Y solo por eso, quizás, te mereces un universo distinto.

Estás sola solo porque aún no he llegado,

Solo porque el semáforo aún sigue en rojo».

Candela ya era capaz de leer lo que decía la servilleta al revés, desde el otro lado de la mesa. Entre destellos de amor se preguntó si el amor sería demasiado, pero de inmediato se dijo que no. Que esa sensación bien podría ser un efecto de mezclar helado con cerveza.

(Crónicas de una noche helada).

COMPRAR ENCANTO (PELÍCULA)
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Micro cuento: 30 – 03

Escrito por Juan Pablo Pineda Arteaga

He decido ser infiel. Hoy, al tocar sus hombros desde atrás, no sentí ningún deseo de que volteara hacia mí y me mirara.

Conozco su rostro bien, cada centímetro de él. Sé cómo ven sus ojos y cómo sonríen o lamentan sus labios. No tengo más de ella para conocer o esperar o desear.

Quise que se quedara así como estaba, de espaldas a mí, para imaginar que era otra, para pretender que podría de nuevo ser un hombre seductor, y ella una mujer esquiva, ajena, pretendida.

Cuento: La última noche de la gata (fragmento)

Escrito por Juan Pablo Pineda

Esa noche, la última noche de la gata, llovía.

Yo sostenía una pelota de hilos pequeña. La apretaba con mi mano izquierda empuñada, como si sujetara en ella la vida de la gata, que se iba desde que llegamos a esa clínica de luz blanca muerte.

Había fumado un cigarro a las 9:13. Fumé otro a las 9:37. Eran las 11:25. A esa hora ya había fumado 14 cigarrillos baratos sin toser uno solo, y sin sentir en mí el afán relajante del humo o el efecto dopante de la nicotina por montones. Llovía contra la ventana. Llovía contra mí.

Llegamos poco antes de las 9:00. La gata lloraba desde rato atrás. Había dejado sangre en el suelo, otra vez. Gotas que iban creciendo en el suelo blanco manchado de ese apartamento. Recuerdo haber contado 37 manchas. Nunca antes fueron tantas. Nunca antes el suelo fue más sangre que suelo. Tres meses había sufrido ella. Tres meses tenía sufriendo yo.

(…)

No hay suficientes banderas por el medio ambiente para estas elecciones de Congreso en Colombia

Escrito por Sara Carvajal

Estoy gestionando el final de la maestría que estoy cursando en Sostenibilidad. Mi proyecto de grado es un diagnóstico sobre la industria del ecoturismo en Antioquia, por eso todos los días leo información apabullante sobre Colombia y su diversidad.

Colombia es potencia mundial en riqueza natural. Es triste que esto, como todo lo bueno en Colombia, cada vez parece una cruz más que una bendición.

Lo anterior es para compartir uno de mis principales intereses en votar para las próximas elecciones al Congreso del 13 de marzo.

Hay investigaciones que apuntan a que Colombia posee entre el 14% y el 15% de la biodiversidad del planeta. Foto: Twitter.

Salvo algunas excepciones, ha sido difícil encontrar personas que puedan jugarse su capital político por defender la tierra donde estamos parados, que ayuden a cuidar lo que nos queda de páramos, ríos y bosques naturales.

Porque este no es momento de propuestas pendejas sobre cifras irrealizables. Lo que está en juego es el agua que tomamos, la comida que entra a la boca y el oxígeno que respiramos. No es chiste, estamos atravesando un momento decisivo para defender la biodiversidad que resta.

Iván Duque habló en 2021 sobre generación eléctrica renocable, movilidad sostenible y reforestación durante la COP 26 cumbre mundial sobre el medio ambiente. El mandatario recibió críticas por llevar a toda su familia a Escocia, donde se desarrolló el evento, y por viajar unos días después a Emiratos Árabes, donde adelantó agenda para permitir minería en el país. Toto Twitter.

La discusión ambiental no es menor, pero sí es inaccesible para una gran cantidad de compatriotas que tienen que salir a esta selva a levantarse la comida cada día. Los medios de comunicación tampoco aportan demasiado al debate ambiental en Colombia.

Pero existen estos personajes que nos quieren gobernar, lo que les otorga un poder de decisión sobre nosotros. Estas personas sí están obligadas a conocer con detalle nuestra situación ambiental, desde todas las aristas. Punto.

Pero con la acostumbrada pelada de cobre de tanto candidato y jefe político, las esperanzas fallan.

En el Congreso colombiano se legisla y se hace lobby sobre temas ambientales como el fracking, las licencias mineras, las explotaciones de petróleo y minería, entre otros. Foto: Twitter.

A veces pienso que no tener esperanzas en una mejoría es lo más burgués del mundo, pero resulta que todas las lacras que tienen a los niños en los colegios públicos comiendo basura o a tantos pueblos sin un solo puesto de salud, se hacen elegir tan fácil, es porque a gente como yo le da pereza participar.

Entonces hago el ejercicio de recordar por qué voy a ir el domingo a votar, aunque con pereza, por alguien de quien seguramente estaré rajando en un mes.

Estas elecciones de Congreso servirán para equilibrar el peso de la figura presidencial.

La figura presidencial en Colombia viene cargada de indecencia de parte de cualquiera que gane. El Congreso puede ser un chaleco antibalas entre el impresentable que se posesione el 7 de agosto y la ciudadanía que lo elija.

Nunca olvidar, por supuesto, que el Centro Democrático tiene 6420 personas inocentes asesinadas en su historia, y que jamás se han comprometido a reparar a sus víctimas.

Acabó de explotar una guerra en Europa que afectará nuestra economía desde el precio y al acceso de bienes, situación que ya venía pasando. Por esto necesitamos un Senado y una Cámara medianamente capaces de darle la cara a lo que viene.

Necesitamos escoger un Congreso que haga algo por desenredar las embarradas del de atrás, que no permita que nos la sigan montando y que no sea únicamente un combito de nuevos ricos sin talento.

En este punto las elecciones al Congreso se pueden poner tediosas: llenas de lugares comunes y rebosadas de corruptos de ahora y de toda la vida. Pero estas serán las personas que van a decidir si tumbar a un presidente, si nos imponen una reforma tributaria o si nos meten en una guerra.

Esto lo decide un Congreso, no solo un presidente.

Yo prefiero pensar en gente cuya bandera sea la gestión realista, responsable y sostenible de los recursos naturales. No las estupideces como fracking responsable o acabar el próximo año con el petróleo. No todos podemos comprometernos con palabrería barata y el Congreso será para eso: para frenar los intentos de autoritarismo y de locuras presidenciales.

Yo quiero para Colombia personas que entiendan, principalmente, en nombre de la salud física y mental de todos que, proteger el medio ambiente, es proteger nuestra mayor fuente de desarrollo.

Histórico, pero nos falta el otro 50%

Escrito por Sara Carvajal

Un país con los niveles de desigualdad como los que presenta Colombia carga a cuestas una deuda histórica con nosotras las mujeres. Es decir, una deuda histórica con más de la mitad de su población. La deuda está en reconocer y atender, por fin, la urgencia de un problema que no solo es de salud pública, sino también de atropello a los derechos fundamentales de las colombianas.

Ayer, una vez más, la Corte Constitucional debió pronunciarse sobre lo que, por obligación, le correspondería al Congreso. Esta institución, encargada de formular las leyes en el país, jamás ha sabido responder a las urgencias de las mujeres, ya sea por mojigatería o por puro cálculo político.

Tras años de espera, de ires y venires, de amagues, de cientos de muertes y de millones de dramas, en Colombia, las mujeres por fin pudimos sentirnos más autónomas en un país que sistemáticamente nos golpea con la fiereza de un marido maltratador.

Foto: Twitter.

Es que las mujeres somos las mayores víctimas de atropello a los derechos humanos en Colombia: encabezamos las listas de desempleo, precariedad laboral, violencia intrafamiliar, violencia sexual, pobreza, y en muchísimas ocasiones, enfrentamos solas la maternidad de nuestros hijos. Así no les guste a muchos escucharlo: Colombia es un país de madres solteras y no importa el estrato.

Es importante recordar que lo que la Corte Constitucional decidió fue despenalizar el aborto y no, como algunos ya sugieren, extender una invitación o la obligación a abortar. Esta decisión reivindica también el derecho de las mujeres a la autonomía y gerencia de sus cuerpos, recordándole a Colombia que no será la biblia quien gobierne sobre nuestros cuerpos, eso sí, hasta la semana 24 de embarazo.

El aborto legal, gratuito y seguro en Colombia en definitiva le ayudará a las mujeres, junto con muchas otras herramientas, a decidir sobre su proyecto de vida, decisión que fundamenta la experiencia vital de cada una y la mínima garantía con la que cuentan las mujeres más vulnerables, muchas de ellas niñas, que engrosan año tras año las estadísticas de muertes derivadas por la interrupción del embarazo en condiciones deplorables.

Es cierto, hemos dado un paso enorme como sociedad, hemos reconocido que seremos nosotras quienes en teoría decidiremos hasta la semana 24 del embarazo si queremos convertirnos en madres o no, y eso es vital.

Foto: Twitter.

Sin embargo, la tarea está hecha en un 50%, pues el otro 50% debe verse reflejado en políticas públicas que garanticen el derecho a una educación sexual de calidad tanto para hombres como para mujeres, al acceso gratuito a métodos de planificación familiar y a, en definitiva, una vida digna que le permita a las colombianas elegir de manera real. En una sociedad sin oportunidades, no se elige, y a veces la maternidad se presenta como el único oficio posible en este país inundado de carencias.

La maternidad es un evento que supera la mera definición biológica del asunto. La maternidad supone la disposición de una serie de elementos, herramientas e instrumentos que van más allá de la esfera siquiera individual, para garantizarle a un ser humano tranquilidad emocional, sentimental, espiritual, económica e intelectual y, que, de esta manera, pueda desarrollarse plenamente y ser un colombiano socialmente deseable.

Pero resulta que en esta sociedad enferma, las mujeres tenemos que traer niños al mundo obligadas, en circunstancias alejadas de nuestro propio bienestar, para tener a un grupo de colombianos tranquilos; colombianos que normalmente miran para el otro lado cuando ven al niño que dicen defender en la calle pidiendo limosna o que celebran que linchen al muchachito si se está robando algo en un supermercado.

Pensándolo bien, no nos falta un 50%, lo que pasó ayer es solo el comienzo de la dura tarea que significa sacar a este país de la ignorancia que nos somete a las mujeres a tantas injusticias.

Micro cuento: 4 – 02

Poesía en Colombia

Escrito por Juan Pablo Pineda Arteaga

El día del agua el cielo cayó derrotado, el río buscó escapar de la ciudad y los árboles sintieron la vida nacer desprendida de sus hojas.

El día del agua la gotas corrieron, no volaron más aves, no ladraron más los perros.

El día del agua murió ahogada la ciudad. No hay ya tristeza. No hay ya alegría. No hay ya ciudad erigida. El día del agua es este día de adiós.

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Micro cuento: 1 – 02

Escrito por Juan Pablo Pineda Arteaga

“Yo disfrutaba el sonido de los golpes en la cara de algún fulano. ¡PUM! ¡PAM! ¡PIN! ¡TAAAAS! Creo que no hay sonido más humano que el una mandíbula reventada por una mano ajena.

Es el sonido de hombre matando al hombre por vivir. O sobrevivir (…)».

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Micro cuento: Candela

Algo pasó porque te olvidé de memoria, y por eso termino transportado hacia otro lugar. En un vidrio, en una ventana que es un espejo.

Te olvidé después de un sueño. Un sueño de jueves en la madrugada. Era de una noche de olas, de piernas juntas, de escapatorias juntos, una caricia y ese lugar de la ciudad donde nos encendimos y donde vi cómo eran por dentro tus ojos. Te vi doblado a la mitad y te vi doble, dos-veces-tu nombre. Binario.

Nunca te he visto quieto, nunca desde que te conozco, excepto en ese sueño. Esa noche me aprendí tus curvas. Sentí tu frío arder. Me quemaste como gusta. Como no deja de gustar. Fuego.

Un niño nada solo en una playa sin turistas. Desde el mar se ven las estrellas pequeñas en la noche que parpadean a los costados de un atardecer desnudo.

El niño aletea y camina por el mar durante varios minutos, pasa entre corales, caballitos de mar y peces transparentes. El niño nada hasta que se encuentra con un semejante, con una niña que venía nadando en la dirección contraria.

Los niños se miran. Se empiezan a reír mientras flotan en el agua.

‘¿Cómo te llamas?’, pregunta el niño.

‘Candela’, responde ella».

Micro cuento: Sin alcance

Escrito por Juan Pablo Pineda Arteaga.

Levantó lo más que pudo su brazo derecho, anhelante. Corría a toda velocidad, con el espíritu hinchado en sus pies bajo el sol poderoso de ese día de nubes escondidas. El viento surcaba la tarde con prisa y ya sus lágrimas caían con afán. Su brazo extendido no fue suficiente. La cometa ya se había ido fuera de su alcance.

Multinacionales mineras matan nuestras cordilleras

Proyecto de minería en Antioquia. Foto © Juan Pablo Sepúlveda Posso.

La minería en Colombia hoy

Las economías ilegales no se han detenido por el Covid. El narcotráfico, el contrabando, el tráfico de personas, la prostitución, el menudeo, el dominio de bandas criminales y, para tal caso, la minería ilegal, no se han detenido.

Antes parecían correr más rápido.

 © Juan Pablo Sepúlveda Posso

Y claro, los que corren son los que, después de procesos de Paz exitosos en 2006 y en 2016, siguen con los fusiles al hombro cuidando parcelas infinitas de coca y socavones llenos de piedras doradas.

Sonará a retahíla, pero el hecho de que el Estado (Estado desde la administración de Juan Manuel Santos hasta la de Duque) se haya negado a hacer presencia en gran cantidad de poblados colombianos antes dominados por las Farc ha traído consecuencias sociales, económicas y, obvio, de violencia.

El hecho de que Iván Duque envíe un regimiento de contraguerrillas, como ha hecho, a las cercanías de un pueblo minero o cocalero no significa que en sus alrededores no se vaya a mover la economía del mundo que más produce cocaína, y que está atravesando una de sus fiebres del oro.

Grupo de mineros en un proyecto de minerales cerca de Amagá, Antioquia. Foto © Juan Pablo Sepúlveda Posso.

Con el lingote de oro a 150 millones de pesos, y creciendo debido a las demandas extrañas que el coronavirus está produciendo, empresas tanto legales como ilegales emplean tácticas legales como ilegales para adueñarse de territorios ricos en minerales y, por lo tanto, una garantía para una ganancia millonaria.

Volvemos a mencionar el Estado: además de no hacer presencia en estos territorios claves para la economía colombiana, funcionarios del mismísimo ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible han presentado decretos y cartas que sirven de concesiones para que multinacionales vengan a armar rancho en Colombia y saquen oro y carbón hasta de donde no hay.

Quizás será que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo sostenible de Colombia no conocen las consecuencias tan bravas de permitir minería -legal o ilegal- en cualquier territorio.

Pero bueno.

Vamos por pasos.

Línea de tiempo

Colombia, desde la época en la que llegaron los Españoles, por allá en 1493 o 94, se convirtió en un tesoro de índole literal al ser una fuente inagotable de oro, elemento común para los pueblos precolombinos, quienes no veían al oro como algo que tuviera un precio más allá de su valor.

Los españoles de la baja edad media, como nos dijeron en el Colegio, nos cambiaron espejos, peinetas y dagas oxidadas por todo el oro que les pudimos dar, y hasta nos pusieron a matarnos entre nosotros para conseguirles más.

Figuras realizadas por indígenas quimbayas antes de la llegada de los españoles. Foto de El País.

Las aduanas coloniales de Cartagena de Indias, Manaure y Buenaventura despachaban a diario destacamentos navales escoltados por fragatas llenos de piedras preciosos, esclavos, animales (para ellos) exóticos y todo lo que se pudieron llevar de aquí antes de que nos diéramos cuenta.

De acuerdo con académicos consultados para este artículo, es correcto decir que tanto la configuración de Colombia y como su construcción luego de la independencia tuvo que ver con las economías que el oro y la minería generó.

Si saltamos en el tiempo, hoy hay tres fuerzas que aprovechan el oro en Colombia: los ilegales (ELN, disidencias, AGC, Caparrapos, Carteles extranjeros, Bacrim), los legales (mineras colombianas, multinacionales de mucha plata y agentes del Estado que terminan vendiendo predios por baratijas en comparación con lo que esos negocios generan), y los grises, que se componen de muchos pueblos y familias mineras que aprendieron el arte de sacar el oro del río sin dañarlo, y que hoy se les llama “mineros artesanales”.

Por ahí, por ejemplo, está el barequeo, una costumbre que ha sobrevivido más de   años: la usaban los indígenas para recolectar y procesar el oro sin dañar el río desde antes de que llegaran los españoles a imponer sus métodos extractivos.

Dónde están y por dónde se mueven los minerales

Recolectamos, a partir de distintas fuentes un listado de municipios colombianos donde el oro representa una actividad económica predominante. Con estos datos vamos a realizar una infografía que incluirá datos de corredores de rutas ilegales, presencia de grupos armados y afectaciones a la población y al medio ambiente desde ríos dañados hasta masacres cometidas.

Convenciones:

  • Amarillo: lugares de presencia de minerales y de alta actividad minera.
  • Rojo: presencia de grupos armados en los territorios y de acciones violentas hacia la ciudadanía. Hablamos de disidencias de Farc, ELN, ejércitos privados, AGC, Caparrapos, mafias extranjeras, bacrim y otros grupos.
  • Verde: principales rutas conocidas de narcotráfico, contrabando y tráfico ilegal de oro y otros minerales.
  • Emoji de bomba: sitios en los que en los últimos 30 años han sucedido hechos violentos como asesinatos, masacres y desapariciones relacionadas con la minería.

(Sí, hay un municipio en Colombia que se llama Fuente de Oro, departamento del Meta en los Llanos orientales, por ahí como en todo el corazón del país. Fuente de Oro fue fundado en los ’40’s por Esaú Vélez Real, Fautino Enciso y Abelardo Mojica, tres mineros desplazados al sur desde la región andina).

 MUNICIPIODEPARTAMENTO¿HECHOS VIOLENTOS  RECIENTES RELACIONADOS CON ACTIVIDADES MINERAS?
SEGOVIA – REMEDIOSANTIOQUIA
TÁMESISANTIOQUIA
URRAOANTIOQUIA SÍ
YARUMALANTIOQUIA
MEDELLÍNANTIOQUIA
MARMATOCALDAS
FRONTINOANTIOQUIA
JERICÓANTIOQUIA
FREDONIAANTIOQUIANO
JARDÍNANTIOQUIANO
CONCORDIAANTIOQUIANO
VALPARAÍSOANTIOQUIANO
SINCELEJOSUCRE
BARRANQUILLAATLÁNTICO
BOGOTÁDISTRITO CAPITAL
PÁRAMO DE SANTURBÁNSANTANDER
FUSAGASUGÁCUNDINAMARCA
CARMEN DE ATRATOCHOCÓ
CAJAMARCATOLIMA
SAN JOSÉ DEL GUAVIAREGUAVIARE
CUATRO ESQUINASGUAVIARE
BUENAVENTURACAUCA
LETICIAAMAZONAS
ARAUQUITAARAUCA

(Sí, hay un municipio en Colombia que se llama Fuente de Oro, departamento del Meta en los Llanos orientales, por ahí como en todo el corazón del país. Fuente de Oro fue fundado en los ’40’s por Esaú Vélez Real, Fautino Enciso y Abelardo Mojica, tres mineros desplazados al sur desde la región andina).

Los números del oro

Aquí unos datos sobre lo que es el oro en Colombia y la plata que mueve día a día:

Un solo lingote de oro puede llegar a valer hasta 150 millones de pesos. Si las empresas multinacionales tienen tecnología de punta para minería -que la tienen- sacar oro por lingotes, libras, toneladas, termina siendo una actividad no muy difícil ni cara.

Tengamos en cuenta la presencia de armas y guerreros en Colombia, dispuestos no a defender no una bandera sino a aquel les pague mejor. Desde esta lógica mercenaria de la guerra en Colombia (ajena para muchos medios en Colombia, que aún reportan el conflicto en términos “Uribe vs guerrilla”) tenemos tanto a quienes reclutan jóvenes para enseñarles a cuidar las minas como los tipos con corbata y cheques que le pagan a exsoldados para que defiendan socavones mallados con rifles de asalto.

Grafitis de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia en el municipio minero antioqueño de Segovia. Foto de Prensa Paisa.

El agente restante es la Fuerza Pública, que como Ejército y Policía lleno de hombres armados, de vez en cuando se dejan convencer del dinero del oro para dejar pasar alguna cosita sin que se llame corrupción.

«Esto hace 30 años era una montaña»

El listado de municipios mineros en Colombia es así: hay 186 poblados con reservas subterráneas de oro, 98 con reservas de carbón, 5 con reservas de plata y 2 con coltán (el material con el que se fabrica el celular o el computador desde el que usted está leyendo este texto).

Ahora bien, en el tema medioambiental, la minería también se lleva un gran pedazo de nuestros ecosistemas, y usa recursos naturales para explotar recursos naturales.

Para obtener un gramo de oro se tienen que gastar mínimo mil litros de agua. Haga la cuenta: mil litros de agua para un gramo de oro.

Así es como queda una montaña luego de unos años de explotación minera. Pueden ser cientos o miles de años para que los ecosistemas se puedan recuperar. Foto © Juan Pablo Sepúlveda Posso.

Otro material químico muy común en la minería en Colombia es el mercurio, que usan los legales, ilegales y artesanales para separar las pepas de oro de los pedazos de tierra.

El mercurio es considerado como un material altamente tóxico para los seres humanos (también para el oxígeno), e inhalarlo por cierta cantidad de tiempo puede producir efectos irreversibles en los sistemas respiratorios, inmunes y otros. La manipulación de mercurio, se recomienda, debe ser hecha por expertos con vestidos especiales y máscaras para inhalar la menor cantidad posible del químico. En las minas artesanales, e incluso en las legales, los mineros suelen taparse la boca y la nariz con prendas de vestir y trapos, que no cumplen la función protectore y además se pueden caer con facilidad.

Jovanna Espitia, extrabajadora de la empresa AngloGold Ashanti, declaró que tras nueve meses de trabajo en el proyecto minero La Colosa, en el Tolima, un quiste se le formó en el cerebro y “acabó” con su vida. Los médicos le explicaron que había sido el mercurio.

Además de esto, la minería de carbón levanta un polvillo que produce enfermedades respiratorias graves, sin mencionar que seca fuentes hídricas y, a pesar de generar mucho dinero, alimenta la pobreza extrema alrededor de las minas y genera fenómenos de corrupción por las regalías que generan los minerales, regalías que terminan con facilidad en los bolsillos de las mafias políticas.

Para cerrar este apartado vamos a poner como ejemplo el caso de Jericó, pueblo antioqueño: el proceso de explotación que se iba a hacer allá era con túneles, y era para remover 617 millones de toneladas de rocas de montaña.

Los residuos contaminantes de esta actividad se habrían calculado en 250 millones de metros cúbicos que podrían haber acabado en el río Cauca. El riesgo latente era que la contaminación afectara las fuentes hídricas de toda esta zona del departamento, y a su vez a su industria cafetera y frutera.

A la empresa que iba a realizar esta explotación, mientras tanto, todo esto le tenía sin cuidado. Anglogold Ashanti tenía un ejército de abogados listos para salirle al paso a cualquier intento para frenar sus proyectos de explotación.

Mucho se luchó y, al menos por ahora, la comunidad fue la victoriosa. Pero… si se hubiera hecho este proyecto, de Jericó solo habría quedado el nombre.

Las afectaciones de la minería a los niños, sus padres, tíos, abuelos y sobrinos

La fiebre del oro es tal que los grupos armados colombianos, enemigos mortales que se disputan cada centímetro del campo colombiano, han hecho alianzas para proteger sus intereses mineros y sus territorios.

Calle de Amalfi, pueblo minero antioqueño. Foto © Juan Pablo Sepúlveda Posso.

Esto solo demuestra el poder que tienen estos grupos, y la influencia tan grande que tienen en el territorio Colombiano. Si los grupos armados son capaces de unirse para combatir a la Fuerza Pública y proteger sus minas, también pueden llegar a “controlar” la población, como nos dijo una fuente en Segovia, o ya directamente asesinarla por temas de oro, como nos contaron desde Marmato y Buriticá.

“Siempre hay una sensación de que hay alguien observando”, nos dijeron.

Los geólogos Camilo Tirado, Henry Martínez y Laura Flórez estaban en el corregimiento de Ochalí de Yarumal, en Antioquia, haciendo estudios de campo para una incursión minera hace dos años.

En la madrugada del jueves 20 de septiembre de ese año, al menos 7 hombres armados que se identificaron como disidentes de las Farc irrumpieron en el campamento de los geólogos y los ejecutaron.

Un dato curioso es que el Ejército tenía 100 hombres a kilómetro y medio. Así es el poder de los grupos armados: conocen mejor las montañas que el Ejército, y llegan a donde quieran tan rápido como salen de allí. Dos años después, este asesinato nunca se resolvió. Solo se dijo que fueron las disidencias.

Geólogos asesinados en 2018 cerca de Yarumal, en Antioquia. Foto: Archivo particular.

Listado de empresas involucradas con minería en Colombia

NOMBRELUGAR DE DOMICILIO¿INFLUENCIA EN HECHOS VIOLENTOS?*ZONA OPERACIÓN EN COLOMBIA¿PROBLEMAS CON LA JUSTICA INTERNACIONAL? *
ANGLO AMERICAN PLCJOHANNESBURGO, SUDÁFRICAANTIOQUIASÍ (PANAMÁ PAPERS)
TCBUENBUENAVENTURACAUCA, VALLE DEL CAUCA, NARIÑONO
KENIEBA EXPLORATION COMPANY LIMITEDISLAS VÍRGENES BRITÁNICASANTIOQUIASÍ (PANAMA PAPERS)
DRUMMONDALABAMA, ESTADOS UNIDOSLA GUAJIRASÍ (PANAMA PAPERS, JUSTICIA ESTADOUNIDENSE)
MINESABUCARAMANGANORTE DE SANTANDERNO – JUSTICIA COLOMBIANA
CERREJÓNCOLOMBIA Y BERMUDALA GUAJIRASÍ (PANAMA PAPERS)
CEMENTOS ARGOSMEDELLÍNBAJO CAUCA Y NUDO DEL PARAMILLOSÍ (PANAMA PAPERS)
GLENCOREBAAR, SUIZADESDE ANTIOQUIA HASTA LA GUAJIRASÍ (PANAMA PAPERS)
CEMEXMONTERREY, MÉXICOANTIOQUIASÍ (PANAMA PAPERS Y JUSTICIA ESTADOUNIDENSE)
MONÓMEROSBARRANQUILLACOSTA CARIBESÍ (PANAMA PAPERS)
YARACARTAGENASIN DATOSCOSTA CARIBESÍ (PANAMA PAPERS)
CONTINENTAL GOLDMEDELLÍN, CANADÁ Y CHINANOANTIOQUIASÍ (PANAMA PAPERS)
GRAN COLOMBIA GOLDTORONTO, CANADÁANTIOQUIASÍ (PANAMA PAPERS)
INVIMERZARAGOZACHOCÓSIN DATOS
BHP BILLINGTONLA HAYA, PAÍSES BAJOS – BAHAMAS – ISLAS VÍRGENES BRITÁNICAS – REINO UNIDOCÓRDOBASÍ (PANAMA PAPERS)
PRODECOBARRANQUILLALA GUAJIRASÍ (PANAMA PAPERS)

*Para la elaboración de estos apartados, Análisis Urbano contó con la compilación de noticias y archivos de El Espectador, La República, El Colombiano, ¡Pacifista!, Wikileaks, The Panama Papers, The New York Times, El Centro Nacional de Memoria Histórica y del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. También contamos con entrevistas a fuentes en los territorios, de quienes nos reservamos los nombres por seguridad.

¿Qué puede hacer el colombiano para proteger sus montañas?

Hace dos años, en el municipio de Fusagasugá (Cundinamarca), se llevó a cabo una consulta popular con el objeto de determinar si se adelantan en la zona actividades de exploración sísmica, perforación exploratoria, ‘fracking’, producción de hidrocarburos y minería a gran escala.

Según los resultados, hubo 202 votos positivos y 39.175 negativos. Se pasó el umbral (votación mínima en cualquier sentido), que era de 34.846 votos.   no solo se superó el umbral con más de 5.000 votos de más, sino que el 99,18% de los votos fueron a favor del NO.

Este es uno de los ejemplos de cómo la movilización ciudadana y las protestas y demandas organizadas pueden lograr que un municipio despache por la entrada de atrás cualquier intento de proyecto de economía extractiva que toque a la puerta de sus territorios.

Muchos expertos coinciden en que, para esta lucha contra la minería y por los ríos y el medio ambiente, no solo es necesario un trabajo juicioso de revisión jurídica, sino que la movilización ciudadana y la voz del pueblo en las calles también pueden ayudar a contrarrestar a las multinacionales, cuyo único objeto con nuestras piedras es hacer dinero.

Anthony Rondón Camacho, ingeniero agroindustrial y miembro del Comité Ambiental del Tolima opina que “es importante que la ciudadanía se movilice en favor del medio ambiente en el sentido de que más allá de un tema medioambiental, también es un tema territorial. 

Este vínculo hace que las personas empiecen a mirar hacia las montañas, hacia el agua, que reflexionen que el agua no es solo abrir la llave y que salga, sino entenderlo como un sistema, que vale la pena ver el paisaje pero que también es importante estar conscientes de las actividades que se hacen desde la ruralidad y estar conscientes de los sistemas de las vidas de las personas, y el respeto que debe tener la dimensión natural como un sujeto de derechos”.

Por otro lado, en Antioquia, las comunidades de 12 municipios se unieron para utilizar el recurso jurídico de los Acuerdos Municipales, que permite que los municipios reglamenten o prohíban proyectos extractivos como la minería.

Luego de una votación, los 12 pueblos lo lograron y se blindaron ante las multinacionales.

Protestas contra la minería a gran escala en Antioquia. Foto de Twitter.

Otros ejemplos han sido el de Santurbán y Cajamarca, donde ha sido la comunidad la principal encargada en oponerse a proyectos productivos que saben que van a traer más dolores de cabeza (literales) que beneficios.

De acuerdo con Fernando Jaramillo, ambientalista antioqueño y defensor de la montaña, en las regiones de no tradición minera, donde las multinacionales quieren llegar, “la población debe cerrarse a lo indeseado desde la paz, la cultura y la economía, y tener claro que las fuentes de empleo como la ganadería, caficultura y siembra se verían afectadas”.

También, dice Jaramillo, “la población debe estar bien organizada para ejercer control, organizar huelgas, pedir mejores condiciones a las empresas mineras y exigir que se cumplan a cabalidad sus Derechos Humanos.

Edwin Rendón, un profesor convencido de que la paz se construye con poesía

En un rincón de las montañas antioqueñas hay un espacio donde las letras y la paz se encuentran en un aula de clase. Coplas, canciones, cortometrajes y escritos. Perdón, historia, emoción y desahogo. A esto tienen acceso los estudiantes del laboratorio de poesía y paz, una creación del profesor Edwin Rendón para alejar estos temas de los esquemas de educación convencionales y acercarlos al imaginario de los jóvenes.

Fredonia es un pueblo que queda en las montañas del sur de Antioquia, más o menos a dos horas de Medellín. Allí, entre plantaciones de café y neblina es normal escuchar historias de brujas y apariciones, cuentos soportados por la riqueza literaria de la tradición oral latente de los campesinos. Edwin nació en este pueblo y heredó las narraciones e historias que su padre –un campesino de la región– compartía con él cuando era pequeño.

“Desde niño –nos cuenta– estuve tocado por la ficción, por la literatura, por los cuentos que le escuchaba a mi viejo y a los vecinos: cuentos alrededor del café y de fincas, ese fue mi universo inicial. También me enamoré de los libros, el cine, la música, el cómic, los superhéroes…”. Edwin piensa que la visión de la literatura es bastante amplia y que no puede reducirse a los soportes analógicos, sino que tiene “muchos vehículos, muchos modos”.

Hizo su primaria y bachillerato en la Normal Superior Mariano Ospina de su pueblo, donde se enamoró más de los libros y empezó a sentir la lectura como “felicidad y goce”. Esto lo empujó a Medellín años más tarde, y allí siguió sus estudios con una licenciatura en Español y Literatura en la Universidad de Antioquia. Luego trabajó como profesor en barrios populares de Medellín, y esta experiencia, según describe, le hizo entender las realidades urbanas difíciles de sus estudiantes. 

Es necesario construir un lenguaje de paz, de la palabra como escenario de vida

“Pero soy un hombre bien rural, entonces el alma estaba tirando al pueblo. Pude regresar como maestro a la institución donde estudié, y ya llevo más de diez años aquí”. Edwin volvió a Fredonia y para trabajar como profesor de Lengua Castellana en la Normal. Allí, muchos de sus estudiantes son hijos de familias de campesinos y mineros, de contextos rurales, pobres y, en ocasiones, violentos.

Hubo un día en el que Edwin llegó al colegio a dar clase como cualquier otro, y una de sus estudiantes había vuelto al salón dos semanas después de que hombres armados se metieran su casa y asesinaran a sus padres delante de sus ojos. El profesor pensó en cómo podría seguir con su clase normal después de algo así: “Uno siente que la clase no sirve para nada, uno dando temas tradicionales del lenguaje cuando la gente tiene vivencias como esas, y otras cosas como la pobreza, los problemas familiares, las drogas… y la insensibilidad de la gente, que es otra forma de violencia”.

Con estas inquietudes, y frente a “la inutilidad de las clases traicionales”, Edwin decidió crear un proyecto: la Escuela de Paz y Poesía, cuyo propósito es la construcción de cultura de paz desde el ejercicio poético. Explica el profesor que su iniciativa se trata de “construcción de ciudadanía, porque el lenguaje es un asunto determinante en la construcción del ser humano. Nosotros tenemos muchas palabras en Colombia para nombrar la guerra, pero muy pocas para la paz, y se nos volvió esa palabra gastada. Es necesario construir un lenguaje de paz, de la palabra como escenario de vida, y los jóvenes tienen mucho que decir”.

La Escuela de Paz y Poesía funciona para estudiantes de décimo, once y de otros cursos complementarios de la Normal. A cada clase se le pone el nombre de un libro o una película y se abordan temas de conflicto armado, memoria histórica, interculturalidad, víctimas, afrocolombianidad, territorio, el tema indígena, y el de desplazamiento. Se analizan hechos que han pasado en el país, se lee a poetas que han escrito sobre ellos y los estudiantes hacen sus propios escritos, canciones o presentaciones. También se hacen talleres de lectura con grupos niños y comunidades de veredas de la zona.

“Hablamos del tema del Acuerdo de Paz en las aulas, se recrean las historias de tradición oral de la región, se escribe poéticamente sobre la vida en el pueblo y sobre la identidad. La idea es generar un pensamiento creativo en los estudiantes de tal manera que se vuelvan ciudadanos críticos, que puedan pensar y analizar mejor las situaciones con conciencia”. Una tarea para los estudiantes, por ejemplo, es ir a hablar con un anciano o anciana de la región, que ellos les cuenten historias sobre el territorio y luego en la clase volver esas historias poemas o canciones que, por cierto, no se valoran por calificación.

“Aquí no hay nota, son ejercicios que se desprenden de los cualitativo”, cuenta Ediwn. La fase de evaluación en la Escuela se maneja como si los estudiantes llegaran de un viaje, y cuentan cómo les fue. “Lo que sí se generan son niveles de sensibilidad mayor sobre la realidad del país, se da una comprensión del dolor del otro y el reconocimiento de que ese dolor también es el de uno. Se genera conciencia de las víctimas y del territorio, y la valoración de las raíces y de lo que somos”.

Edwin explica que ha visto a sus estudiantes salir de la cátedra con actitudes distintas, con procesos de lectura críticos y mucha mejor expresión oral. También resalta que en la escritura se ha generado catarsis, desahogo y perdón. Cita la historia de una niña que una vez estuvo en medio de una confrontación, escondida con su hermana menor debajo de unos palos de café, mientras helicópteros del Ejército disparaban contra una banda criminal. Cuenta el profesor que haberlo escrito le sirvió a la niña de desahogo y liberación de “cosas aprisionadas en el silencio”. La palabra, para Edwin, “sana heridas de la guerra”.

La educación en la “nueva Colombia”

La Escuela de Poesía y Paz, además, le ha dado a Edwin una visión distinta sobre lo que debe ser la educación y el papel de los profesores en el momento histórico que vive Colombia: “La escuela tiene una responsabilidad con el proceso de reconciliación del país. No es solo para enseñar temas o preparar a los pelaos para el Icfes, que a veces son las obsesiones de las instituciones. Hay mucho burócrata educativo, profesores con mucho papel y poca realidad, pero también hay muchos maestros muy buenos, que cruzan ríos para llegar a dar clases… el maestro tiene una función política y comunitaria. En la escena, en la región, ahí donde tienen que estar”.

El maestro tiene una función política y comunitaria

Aunque en algunas ocasiones Edwin ha recibido correos anónimos en los que lo llaman “guerrillero” por su labor, y considera que en Colombia a veces se ha vuelto peligroso hablar de paz, no piensa abandonar su proyecto. “Construir el imaginario de paz en los estudiantes no solo es necesario sino urgente. El discurso no es suficiente pero sí es necesario, se necesita una mirada más crítica y sensible para que a largo plazo se generen transformaciones importantes”.

“Si uno va a un aula –continúa Edwin– y piensa que los jóvenes están perdidos, que el gobierno está perdido, pues no tendría sentido levantarse todos los días. Estas generaciones que viven en odio e ignorancia están mandadas a recoger, y la educación se puede pensar como el corazón de la paz. Más allá de un Acuerdo, que sin duda es importante, es necesaria una semilla de paz importante en casa y en el aula de clase”.

Publicado en
Publicado en https://pacifista.tv/notas/edwin-rendon-un-profesor-convencido-de-que-la-paz-se-construye-con-poesia/ el 5 de septiembre de 2018.

Cambio climático y posconflicto: dos desafíos que se funden en Colombia

Nuestro país se enfrenta a algo de lo que tal vez no hemos hablado lo suficiente, problemas que parecen exclusivos de otras partes del mundo: los cambios medioambientales. La particularidad que tiene Colombia en este escenario es que al ya renombrado cambio climático se le suma un profundo cambio político, un acuerdo de paz que termino con el desarme de las Farc, pero que dejó a varias de las regiones en las que hacía presencia a merced de transformaciones abruptas de ecosistemas, extinción de especies, tala de árboles y deforestación, entre otros problemas.

Recientemente, 19 investigadores de distintas universidades del mundo –incluyendo varias colombianas– se dieron a la tarea de aclarar el panorama medioambiental del país en esta etapa de posconflicto. El resultado fue un texto que publicó la Ecological Society of America. Se llamaThe ecology of peace: preparing Colombia for new political and planetary climates (Ecología de la paz: preparando a Colombia para nuevos cambios políticos y planetarios). Aquí les revelamos las cinco claves de la investigación:

Deforestación y biodiversidad

La presencia y las actividades subversivas de las Farc se concentraron en regiones rurales y con presencia de bosques. Una consecuencia negativa del desarme de este grupo es que se facilitó la tala de árboles en algunas regiones. Ya lo hemos advertido: en zonas como la Amazonía se intensificó la deforestación, sobre todo por apuestas económicas y tala ilegal. En los dos últimos años, el país perdió 219.973 hectáreas de bosque. El 90 por ciento de estas pérdidas se concentra en zonas de posconflicto (las abandonadas por las Farc).

La situación no implica solo la destrucción de bosques, también los ecosistemas dentro de ellos están amenazados. La biodiversidad colombiana, uno de los grandes tesoros nacionales, puede disminuir de forma dramática si se sigue acabando con los bosques. Muchos animales tendrían que migrar, adaptarse y tal vez morir en el proceso. Aquí el Estado tiene la obligación de cuidar el medio ambiente, y no permitir que las zonas de posconflicto se ferien.

Todo esto incluso está consignado en el texto final del Acuerdo de paz.

Cambios obligatorios y cómo combatirlos 

En las próximas décadas nuestro país será más caliente, esto es un hecho ya irreversible. Y si además no se aplican políticas de mitigación a los problemas ambientales puede ser drástico: para 2050 la temperatura aumentaría 4 grados. Esto significa que en Valledupar, por ejemplo, podríamos esperar un calor potencialmente peligroso de 38 grados. También que zonas como La Guajira serían mucho más secas, y el acceso a agua se complicaría muchísimo.

La falta de atención a los problemas medioambientales también puede ocasionar una disminución sustancial en la lluvia. Se espera que para 2050, de seguir las cosas como van, las precipitaciones en el país disminuyan en muchas regiones como la Amazonía. Un efecto negativo es que esto bajaría la productividad económica, pero peor aún es que se captarían más gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera. Menos agua lluvia equivale a más contaminación y más temperatura de forma gradual.

El escenario más ambicioso, que requiere políticas efectivas y participación ciudadana, es el aumento de solo un grado en la temperatura para 2050.

Migración 

Aquí hay dos escenarios. El primero consiste en que el Acuerdo de Paz va a reducir de manera considerable la migración forzosa. Incluso va a permitir que algunas personas afectadas por la violencia vuelvan a sus regiones. Esto por supuesto es positivo, pero hay otro escenario de migración posible, y no relacionado con el conflicto. Si nos empieza a faltar agua, como se dijo arriba que puede suceder, habrán familias que tendrán que migrar, también de manera forzosa, a buscarla.

Es evidente que la violencia en muchas zonas del país ha disminuido. Sin embargo, fenómenos como el desplazamiento forzado solo se van a acabar en tanto el Estado haga presencia en zonas vulnerables, provea oportunidades a las comunidades y ayude a conservar recursos como el agua. Y claro, que no haya más violencia.

También es importante y necesario que para decisiones cruciales sobre todos estos temas se tomen en cuenta las voces de las comunidades.

Políticas ambientales 

En este momento Colombia tiene planes establecidos para mitigar el cambio climático y adaptarse a él. Dentro de los objetivos de estos planes están la disminución total de la deforestación en la Amazonía para 2020 (algo ambicioso) y una reducción del 20 por ciento en la emisión de gases contaminantes de efecto invernadero para 2030. Conseguir estos objetivos dependerá en buena parte de la manera en la que los lugares rurales afectados por el conflicto se conserven y se desarrollen de cara al futuro.

Todo esto tendrá que acompañarse de un monitoreo en estas regiones por parte de las autoridades ambientales. Aunque hay zonas de difícil accceso, el Estado deberá invertir en este monitoreo . En la actualidad hay planes de monitereo pero no están todavía en ejecución. Es posible que para cuando lo estén sea muy tarde para documentar las transformaciones ambientales actuales.

Otra cosa importante es que el Estado debe tener en cuenta a la comunidad científica para tomar decisiones, incluso si estas involucran temas económicos.

La importancia del desarrollo rural 

Los puntos 1 y 4 del Acuerdo de Paz abordan temas de manejo de tierras y desarrollo para las áreas rurales de Colombia, y es preocupante que hasta ahora están apenas en pañales. La correcta y pronta implementación de estos puntos tendrá gran influencia en el futuro ambiental del país. Es muy posible que con las condiciones actuales de no-guerra en muchos territorios se mejoren las oportunidades económicas para las personas del campo. Pero, si esta realidad no está bien acompañada puede terminar por ocasionar efectos como tala ilegal de árboles. O que algunos habitantes de las regiones vuelvan a economías ilegales como los cultivos de uso ilícito o minería ilegal. Ambas cosas afectan al medio ambiente.

Para proteger los bosques y apoyar a habitantes de zonas del campo una gran opción política es priorizar el desarrollo rural en zonas no forestales. También entregar incentivos para plantar árboles, manejarlos y protegerlos. Si bien regular la deforestación significa un dilema para algunos políticos por las oportunidades económicas que la explotación puede dejar, no hacerlo incrementa los efectos negativos del cambio climático.

Y claro, esto traería consecuencias para la biodiversidad y para el bienestar de los colombianos.

Publicado en https://pacifista.tv/notas/cambio-climatico-y-posconflicto-dos-desafios-que-se-funden-en-colombia/ el 23 de octubre de 2018.

Al fondo, dos montañas

Escrito Por Juan Pablo Pineda Arteaga.

Pensé que cinco años eran aún poco tiempo para regresar a los horrores vividos. Pero no lo era, al parecer. Ella decidió colgarse. Murió suspendida, balanceándose en el camino hacia el lugar del hasta aquí, con los brazos dispuestos hacia el suelo y la mirada entornada a ningún lugar. Tenía los labios del color de la mañana, pero su cuerpo aún poseía un fresco calor que podría engañar a la muerte misma; le haría creer incluso que debía regresar por ella y llevarnos también a papá y a mí. Le tomé la mano y arranqué la nota de sus dedos, que se aferraron a mí como si viviera aún, como si me pidiera que la trajera, o quizá rogándome que me fuera con ella, que abrazara el viento helado del final de un destino fracasado, que fuéramos familia allá a donde iba, donde no sería nunca más.

     El sol se ponía cuando la vi. Su cuerpo encajaba con el final de una tarde absurda. No puedo decir que no lo esperaba. La vida ya no le era suficiente a sus ojos derrotados y a su espíritu acobardado. No fue una decisión apresurada y lo sé, porque la muerte ya había sido una exploración constante de sus días pasados, un pensamiento acompañante, leal y determinado. Papá cayó al verla elevada, y golpeó el suelo, más con la bravura de sus fieras lágrimas y sollozos que con el estruendo vacío del puño seco. Sus ojos, del mismo color que ella, parecían esconderse, buscando huir de la imagen. Era su hija, la segunda tras de mí. Era su objeto más grande de amor. Era el sentido de sus antiguos errores y la esperanza de sus logros no consumados. Ella era él en otro cuerpo. Los mismos lamentos, los mismos temores, los mismos anhelos extintos. Era la imagen del fracaso que deseaba eludir.

     Ella vestía de blanco, el hermoso vestido que papá le dio no hace mucho para resaltar un alma marchita. Quizá el blanco lavara a su modo una tristeza insondable. Él lloraba con su rostro unido al vestido y sus bazos rodeando las pálidas piernas extendidas. Ella veía hacia abajo con su rostro muerto y la mirada indecisa. Seguro pensó en el viejo al colgarse, y lo hizo también antes, al escribir la solitaria línea “Te quise. Adiós y perdón, pa”, que poseía yo en mi puño cerrado y decidí no entregarle al hombre.

     Yo escuchaba una orquesta de cuerdas y vientos que no sonaban, y sentí frío ante las melodías fúnebres y dolorosas de esa tarde final. No podía ser cálido el sol de afuera y la voz de papá sonaba incesante, como una lluvia que no caía sino que se regaba. Cada gota se sentía, y juntas le hacían coro al eco lamentable al de ese hombre que gemía derrotado mientras abrazaba aquello que fue su hija. Me guardé el papel y acudí a calmarlo. Me rechazó con un movimiento fuerte de su brazo izquierdo y me miró como yo la hubiera colgado en esa cuerda.

     Papá sujetaba el cuerpo inmóvil de su hija y miraba con desprecio a su hijo ¡Con qué desprecio! Más parecida una embestida colérica que una mirada humana. Pero lloraba con dolor humano, y eso matizaba su imagen. Puedo jurar que si no hubiera tenido entre sus brazos a mi hermana, hubiera puesto sus manos en mi cuello. Dolor y rabia, que suelen ser uno solo, eran nítidos por separado en aquel hombre que empapaba de lágrimas el vestido y el suelo. Los ojos rojos por completo, una vena yendo y viniendo en los pliegues de un cuello corto, casi inexistente, y un abrazo con fuerza suficiente para fracturar esas piernas que no volverían a caminar.

     Papá era también un hombre con la vida agotada. Los años se le veían en el rostro como una marca de derrota. Uno podría pensar que es un francés, por eso de que ha sido vencido en cada batalla que ha peleado. Pero no es un tipo fracasado. No del todo, claro. Algo ha podido hacer con lo poco que conoce, y no le falta dinero para tener lujos, para sentir que puede poseer el mundo, que puede comprarse una vida o algo que simule serlo. Él nunca ha sido bueno con las palabras, y tampoco para mirar a los ojos y expresar algo. Nunca ha sabido explicarse, y por eso jamás entendimos lo que deseaba, lo que pedía. A lo sumo recurría a un abrazo torpe, un abrazo torpe y clamoroso que solicitaba atención, cariño y comprensión.

     Julio se llama, y Julio me llamo. Creo que quiso limpiar su nombre poniéndolo en mí y esperando que mi futuro fuera más correcto que su pasado. Pero yo no había nacido para resarcir errores ajenos, ni pretendía absolver a mi padre de sus pecados anteriores o posteriores, yo no soy un sacerdote, ni él un católico creyente; la absolución no sería a través de mí. Luego nació ella. Los años fueron haciéndola parecida a él y a mí me distanciaron. Yo era más como mamá, y no me interesaban los lloriqueos de un hombre que nunca pareció un hombre, ni su necesidad de amor lastimero. Papá no había tenido hijos para quererlos sino para que ellos lo quisieran a él. No era un sujeto admirable, pero era mi padre.

     Por eso lamentaba verlo sumido en su dolor. Él sabía que ese suicidio sucedería, aunque intentó evitarlo. Yo lo sabía también; ella se quitaría la vida. Ya se había tardado en hacerlo. Desde el suicidio de mamá, hace cinco años, comenzamos a esperar esa segunda muerte. Sí, mamá también se mató. Quizá hacerlo está en la sangre de esta familia. Papá había quebrado por esos días y volvió llenarse de whisky los pocos alientos que le daba una vida de tristezas fieles. Era un hombre arruinado, borracho y terrible en la cama, según mamá. No era un esposo sino una carga que dormía en la misma cama, apretándole sin tacto las tetas y tratando de estar dentro de ella. Una carga que roncaba alcoholizado. A ella no le gustaba que él la tocara, ni que le pidiera desnudarse para hacer uso de su derecho como esposo.

     Mamá se encamaba con un policía que conoció un día alguno. Era menos infeliz las dos o tres horas que estaba con él, sudando y gimiendo sin el olor a trago de su marido. Papá lo supo. Creo que los amenazó. No lo sé bien. Mamá desesperó, lloró y un día, con el revolver niquelado de ese sujeto, se mató. Fui yo quien reconoció el cuerpo sin rostro. No lloré, Dejé que se fuera tranquila. Varios días después recogí a papá de las calles y lo interné. Yo fui a vivir con un hermano de él, y mi hermana vivió con una de las abuelas. Creo que estuvimos así seis o siete meses hasta que papá salió. Yo también empecé a beber un poco, pero no superé con agrado las primeras resacas. Sé que mi hermana lloraba casi a diario.

     Cuando volvimos con papá lo hicimos a un lugar más pequeño, un lugar simple, con una bella vista hacia las montañas, con una ventana por donde entraba el amanecer con la mentira de un futuro venturoso. Luego de la muerte de mamá nunca más fuimos felices. Bueno, yo no lo fui más, porque ellos dos nunca lo habían sido. Éramos más tres conocidos que una familia. Las cenas eran silentes, cuando lo hacíamos juntos, y las conversaciones siempre formales. Tardamos un año en reponernos, quizá un poco más. Papá recuperó su negocio y yo comencé a hacer lo mío. Tenía 21 años y talento para diseña. Empecé con algunos trabajos y me fue bien. Papá destinó el dinero que regresaba en vivir otra vez pisando alfombras finas y comiendo sobre cerámica italiana. En casa había lujo y cosas bonitas.

     Pensarán entonces que las cosas estaban bien. Pero no era así. Al poco tiempo llegaron los gritos de mi hermana y las lágrimas de papá. La adolescencia de ella un ser sin razones o sentidos, la llevó al afán de desear a los hombres, ser libre y sentirse mujer Vestía con las tetas resaltando, y el culo la impulsaba más que el cerebro. Muchos amigos idiotas y una madre muerta, peligrosa combinación para una nena reventada y un padre incapaz. El viejo hacía el ridículo tratando de controlarla; igual le permitía todo por temor. No tenía idea de cómo ser papá. No lo sabía tampoco mientras la abrazaba, mientras abrazaba ese cuerpo colgante.

     Es posible que papá me odiará; yo soy lo que él no pudo. Yo no lloro, no me lamento ni extraño ni ruego por cariño. Nunca le dije que sí a las estupideces de ellos, ni caí en juegos absurdos de depresivos lastimeros. Es posible que me odiara porque sé decir que no, porque era duro con él y con ella, por ser intransigente. Pero me ama porque soy valiente. Me ama porque soy lo que él no pudo. Soy su mejor logro, todo lo que él quiso ser. Soy su rostro en un futuro posible, soy la mano que desata la soga. Pero me odió porque su hija murió y yo vivía. Me odió porque soy fuerte, más que él Me odió por no ser ellos.

     El viento era demasiado frío para el final de una tarde que tuvo tanto sol. ¿No debería estar más caliente? Parecía que el clima semejara lo helado del cuerpo de mi hermana, que colgaba en la sala y daba vueltas sin detenerse. Nunca imaginé que el camino hacia el cielo o el infierno se hiciera dando vueltas. Creía que esa era una ruta recta, o quizá una caída sin pausa. Sí, también creo que al cielo se cae. Nadie se eleva al morir. No se puede ser en la muerte mejor de lo que se fue en vida, y creo que nadie es lo suficientemente bueno para merecer ninguna redención. El Paraíso es un orgasmo, una borrachera, el instante corto en que dejas el mundo sin haberte ido de él. El Paraíso no es un lugar, crédulos, es un momento.

     Papá soltó el cadáver y se sentó en el sofá negro, con la espalda muy recta, las manos sobre los muslos, sobándolos una y otra vez; la boca cerrada y los ojos muy abiertos. Fui a la cocina, serví un vaso de agua para él. Antes de salir miré la imagen de esa sala, un cuadro del dolor familiar, dos cuerpos vencidos y el sol que ya nos ignoraba, que se iba para no ser más testigo. Era una pintura de Munch, con los matices opacos de una tarde naranja y roja, fría y distante. Pero aún había luz que entraba por la gran ventana de cristal que nos dejaba ve esas dos grandes montañas al fondo.

     Le entregué el vaso y le di una palmada en el hombro izquierdo. No dije nada, no lo miré a los ojos. Regresé a la cocina y le di la espalda a la sala. A mi lado derechos sonó implacable el cristal al quebrarse. No me golpeó a mí, aunque papá había apuntado. S estrelló contra una gaveta y reventó. Un par de esquirlas me rozaron, y el agua me entro por los ojos. Volteé y papá estaba frente a mí, con el alma rasgada mientras me odiaba. Tenía su correa en la mano y luego la tuvo en mi cuello, apretando. Le atiné un golpe en la nariz y la sangre le corrió. Yo había querido golpearlo antes. Lo había deseado con desespero durante años. Pero hace tiempo que no; siempre fue un hombre derrotado y no valía la pena hacerlo perder una batalla más.

     Retiré de mi cuello la correa y la lancé a la sala; cayó junto al cuerpo muerto. Papá se reincorporó y lanzo sobre mí su poca humanidad. Me tomó por el cuello. Lloró y me acusó de causar la muerte. Me miraba no como a un hijo sino como a una desagracia. Quizá sí lo fuera, para él y para ella. Yo vivía ahí, pero no con ellos. A él le hablaba poco y con ella discutía mucho. No lo sé, quizá papá tuviera razón. Recuerdo haberle dicho a ella alguna vez que no amenazara con morir, sino que muriera, que no se preocupara por su entierra y su recuerdo; del primero me encargaría yo y del segundo lo haría el tiempo.

     No reaccioné mal frente a papá de nuevo. Luego del golpe, permití que me odiara, permití que enfocara en mí su derrota. Le habría permitido pegarme. Pero no lo hizo. Me soltó y se giró. Lloró y lloró y lloró. Me dijo que cinco años eran poco tiempo para vivir de nuevo el horror, que la vida le había sido suficientemente larga para conocer el horror de muchas maneras. Me dijo que no buscaba más la felicidad hace demasiados años, que solo vivía tratando de esquivar el horror y el dolor, pretendiendo hacer posible el acto de no sentir. Pero no es posible. No hay forma de escapar a la miseria; es la única garantía que nos entregan al nacer, esa y la muerte. Vamos a vivir en la miseria, y estaremos unidos a la desgracia. Viviremos miserables y moriremos miserables. Quizá todos muramos colgados, de una u otra forma.

Él miraba hacia la sala, hacia el cuerpo de mi hermana, hacia las montañas afuera. Me puse a su lado y observé. No hablamos. No sé cuánto tiempo miramos pero el sol estaba ya por caer completo esa tarde, y quizá no saliera al día siguiente, o nunca más. Papá puso su mano sobre la mía y sus ojos en los míos. Pude ver que no me odiaba más. Lo sentí. Me abrazó y yo le respondí. Tomó agua, se limpió las lágrimas y se sentó una vez más en el negro sofá. Me preguntó cómo seguiría mi vida. No supe qué responder. Le pregunté lo mismo. Sonrió. No miraba más a mi hermana muerta. Creo que no miraba nada con atención. Me dijo que le dolía el pecho y me pidió traerle la medicina de su cuarto. Subí y me encendí un cigarrillo que fumé en el balcón de su habitación, como si fuera el único placer posible alguna vez. Di la última calda y lancé lo que quedaba. En ese lugar no había medicina, no había nada. Claro que no estaba allí, él la guardaba en la cocina. Del sol quedaban solo insinuaciones, unas tenues luces que alumbraban los dos cuerpos que colgaban frente al ventanal. Papá y mi hermana yendo juntos al abismo de las vidas agotadas. Ellos frente al final de la tarde y, al fondo, dos montañas bajo la noche que llegaba.

‘En la cárcel están los olvidados, pero son parte de nosotros’: Johana Bahamón

A Johana Bahamón la invitaron a ser jurado de un concurso de belleza en la cárcel de mujeres El Buen Pastor en 2012, mientras hacía parte de una serie televisiva. Lo que vio y sintió ese día dentro de la cárcel tuvo un gran impacto en ella y en su forma de ver el mundo, al punto de que decidió retirarse de la actuación y dedicarse a ayudar a la población carcelaria de Colombia.

Desde la fundación Acción Interna —que creó en 2013 y dirige desde entonces—, Bahamón ha trabajado en 29 cárceles con 30.000 reclusos y reclusas para mejorar sus condiciones de vida. Empezó por coordinar obras de teatro hechas por los internos y hoy, con ayuda del Ministerio de Justicia, Colsubsidio y el Inpec, desarrolla desde la Casa Libertad proyectos de resocialización tanto para los presos como para los que salen de la cárcel en búsqueda de oportunidades laborales dignas.

El trabajo de Bahamón ha sido exitoso y reconocido incluso en el ámbito internacional, pues hace poco la revista estadounidense Time nombró a Interno —restaurante creado por ella en una cárcel de Cartagena— como uno de los 100 mejores destinos del mundo, no solo por la calidad de su comida sino porque quienes cocinan y atienden son las mismas reclusas del penal.

Quisimos hablar con ella sobre su trabajo en las cárceles, lo que la motiva a hacerlo y lo que piensa del perdón y las segundas oportunidades. Esto fue lo que nos contó.

¿Cuál fue tu primer contacto con una cárcel en Colombia?

JB: fue hace seis años. Me invitaron a ser jurada de un evento en la cárcel de mujeres El Buen Pastor, por un personaje que estaba haciendo en ese momento en televisión. Era la primera vez que yo estaba en una cárcel, y yo conocía la situación de las cárceles de nuestro país, pero una cosa es verlo en los medios de comunicación y otra muy distinta es estar allá, conocer el espacio, conocer a los seres humanos que están adentro y sus historias.

Ese día, cuando salí de la cárcel, fue imposible para mí ser indiferente a la realidad que acababa de conocer y tomé la decisión de trabajar con ellos y para ellos.

Antes de ese momento, ¿qué noción tenías de las cárceles y los presos?

La de la mayoría de las personas: que es una población olvidada. Uno sabe que están ahí y que la están pasando mal, pero hay indiferencia hacia esta población. Eso es lo que más me motivó y me motiva a seguir trabajando.

Y después de ese primer encuentro ¿cómo te cambió la noción?

A la primera persona que conocí allá adentro, la primera mujer que encontré, le pregunté por qué estaba ahí, y me contestó que había matado a su marido porque lo encontró violando a su hijo de tres años. Mi hijo Simón tenía en ese entonces tres años, por lo que pude meterme en la situación de ella y comprender un poco lo que le había tocado vivir. Esa fue la primera historia que me contaron en la cárcel y que me cambió la noción de todo esto.

¿Cómo es dirigir una obra de teatro en la cárcel?

Empezamos trabajando con teatro porque era mi herramienta en ese momento, la actuación. Hicimos la obra La casa de Bernarda Alba (Federico García Lorca), y presentarla dentro de la cárcel y ver que estas 12 mujeres que estaban actuando eran otras personas totalmente transformadas fue lo que nos dio una luz para decir esto funciona, que sirve de algo.

En ese momento pensamos que era el teatro, pero hoy en día, seis años después, nos hemos dado cuenta que lo que realmente transforma son las oportunidades. Sea por el teatro, sea la música, sea el emprendimiento, sea lo que sea pero es la oportunidad. Dar la oportunidad de que ellos se reconcilien con ellos mismos, con su entorno dentro de la cárcel, con sus familias y por ende con la sociedad.

¿Qué obtienen las y los reclusos con ese tipo de oportunidades?

Por ejemplo, hemos hecho tres festivales nacionales de teatro carcelario. En cada festival participan seis cárceles a nivel nacional, hacen una obra y se presentan por fuera de las cárceles. Ahí es realmente el momento de reconciliación entre la población carcelaria y la población civil. Cuando sacamos las obras, sus familias están en primera fila y sus hijos están viendo y siendo testigos de cómo el público está aplaudiendo a sus papás, de cómo los están admirando y apoyando… la oportunidad de un hijo de visitar a su papá en el teatro y no en la cárcel es un espacio de reconciliación.

También está el proceso del montaje de las obras: esa catarsis de emociones que ellos viven. Poder experimentar, conocer y aceptar sus emociones es sanador.

La lección más grande que he aprendido en las cárceles es a valorar las cosas simples. A valorar cada cosa, que por mínima que a uno le parece acá afuera, realmente tiene un valor. También a necesitar cada vez menos y a valorar mucho más.

¿Cómo es el modelo que tienen en la fundación para la resocialización exitosa?

Tenemos un modelo de intervención integral, una parte de él es el arte y la cultura, que ayudan en la exteriorización. La otra es la parte interna de ellos, de interiorización y trabajo espiritual y personal, y la otra, que creo que es la más importante, es la de productividad. Que ellos puedan tener herramientas para que cuando salgan puedan trabajar en algo diferente y tener una nueva vida, que puedan tener ingresos desde que están dentro de la cárcel y explotar sus talentos.

Realmente son personas muy talentosas, y hay que saber cómo sacar lo mejor de ellos y explotar sus talentos. Hay talentos escondidos que ni ellos saben que existen y adentro en el encierro se despiertan, por ejemplo hay muchos que escriben. Entonces hay que ayudarlos y acompañarlos en este camino de descubrimiento.

¿Por qué crees que es importante para Colombia conocer y valorar a la población carcelaria?

La población carcelaria hace parte de nuestra sociedad. Es una población olvidada pero hace parte de nosotros, y tenemos que tratarla como tal, como una población que hace parte. Y cuando ellos salgan de la cárcel y busquen una oportunidad, somos nosotros los que tenemos que generar esa oportunidad para que ellos se reincorporen social y laboralmente con dignidad.

Foto: Mateo Santamaría.

¿Qué opinas de la cárcel como método de resocialización? ¿Hay mejores?

La finalidad de la pena es la resocialización y creo que no en todas las cárceles se está cumpliendo eso. Así que crear programas y proyectos que realmente resocialicen a las personas es el gran reto que hay en las cárceles, para que ese tiempo de condena sirva para que ellos puedan tener un cambio de vida.

También creo que ellos deben tener contacto con el exterior, que además está escrito en el Código Penitenciario. Es necesario no solo estar ahí recluidos y aislados, sino cumpliendo un proceso y siguiendo en contacto con el mundo exterior.

¿Cómo desestigmatizar a la población carcelaria?

Lo que hacemos desde la fundación es crear espacios innovadores de encuentro entre la población carcelaria y la civil, como los festivales de teatro y el restaurante Interno de la cárcel de Cartagena —que funciona dentro de la cárcel—, donde todas las noches las niñas, las reclusas, son las que cocinan y tienen contacto con los clientes. Son los  mismos clientes los cambian su percepción.

Lo otro lo hacemos aquí en Casa Libertad, este es un espacio de oportunidades donde estamos el Ministerio de Justicia, el Inpec, la Fundación Acción Interna y Colsubsidio. Lo que hacemos estas cuatro entidades es generar oportunidades para las personas que salen de la cárcel. Les hacemos una intervención, apoyo psicosocial, orientación laboral, y cuando ya están listos les ayudamos a conseguir trabajo. Vamos a las empresas y las sensibilizamos, para que no solamente les pidan un pasado judicial sino que se den la oportunidad de conocer al ser humano. Son personas que ya cumplieron su condena, ya cumplieron su deuda con la sociedad y merecen una oportunidad.

¿Por qué es importante perdonar?

Perdonar es un acto de valentía, y si uno lo mira desde cierto punto de vista es algo beneficioso para uno. Cuando uno perdona se quita un peso de encima, no vive con ese rencor… es un trabajo difícil pero es saber cómo actuar desde nuestro corazón y no desde el odio y desde el miedo.

Estamos todo el tiempo con miedo, pero cuando empezamos a hacer las cosas por convicción, con amor, desde el corazón, es diferente y toda la energía alrededor de esto cambia y todo fluye como debe ser… Esto lo aprendí estando en la cárcel. Así como hemos transformado muchas vidas también ellos nos han transformado a nosotros.

¿Y dar segundas oportunidades?

Siempre he creído en las segundas oportunidades. Creo que todos hemos pedido segundas oportunidades, todos hemos cometido errores, todos hemos querido que nos den segundas oportunidades, y pues para eso hay que empezar nosotros mismos por darlas.

Los proyectos los van a llevar a centros de menores. ¿Cómo piensan aplicarlos?

Es una población muy distinta, por lo que es un reto para la fundación. Vamos a empezar con nuestro modelo de intervención, conociéndolos a ellos, oyéndolos, conociendo sus necesidades… son dos poblaciones muy diferentes. Son adolescentes, están en otro momento de su vida, están eufóricos, rebeldes, ansiosos, hormonales, entonces es un proceso diferente pero tenemos un súper equipo en la fundación ahora especializado en jóvenes, así que vamos a ver cómo nos va.

Te alejaste de la actuación y te dedicaste a esta labor y a la de madre. Cuéntanos de esta transición

Hace seis años me retiré de la actuación. Hace seis años estoy dedicada totalmente a la fundación y es lo que voy a seguir haciendo por el resto… del tiempo. Es lo que me apasiona, es en lo que creo. Seguiremos trabajando por nuestro objetivo misional y por lo que creemos, que obviamente no ha sido un trabajo fácil pero es mi trabajo, es mi nueva vida hace seis años y ahí seguiré.

Texto publicado originalmente en https://pacifista.tv/notas/en-la-carcel-estan-los-olvidados-pero-son-parte-de-nosotros-johana-bahamon/ el 19 de septiembre de 2018.

6 palabras precolombinas que usted puede querer conocer

Se reconocen en la actualidad 80 grupos indígenas en Colombia, organizados en cabildos, resguardos y otros espacios que ocupan de manera ancestral: no solo por los años que llevan allí, sino porque su entendimiento y conexión con la naturaleza los ha llevado a cuidarla como la mayoría de los colombianos ni siquiera sabemos hacer.

Foto: El Tiempo.

Hablamos de los pueblos indígenas del Amazonas, del Cauca, del Chocó, de Antioquia, de Cundinamarca quienes, cansados de una respuesta nula de parte del gobierno de Iván Duque Márquez a sus exigencias de paz y respeto, decidieron marchar hacia la capital en camiones o a pie, y quedarse allá hasta que el presidente decidiera sentarse a hablar con ellos.

Esto, hasta ahora, no ha sucedido.

No es una exageración decir que los pueblos indígenas colombianos han sido olvidados como muchos otros sectores sociales del país. La cuestión es que, bajo sus propias normas y en su propio territorio, estos pueblos son autosuficientes.

Autosuficientes para protegerse, producir su alimentación, asignar labores a las personas de acuerdo a sus capacidades y, de manera inevitable, para comunicarse: hay por lo menos 85 lenguas y dialectos que usaron los pueblos originarios de Colombia antes de la llegada e invasión de los españoles.

Infografía con información de Wikicommons.

Algunas palabras que usamos en nuestro español están atadas a las raíces de nuestra tradición indígena, que fue lo que fuimos durante mucho tiempo. Tanto tiempo, que más tiempo hemos sido chibchas, muiscas, nutabes o tayronas que lo que hemos sido colombianos.

Estas son seis palabras, o más bien expresiones, que utilizamos hoy en día y que heredamos de nuestros ancestros y tradiciones indígenas (También hay un par que ya no utilizamos, pero que quisimos poner):

La creación del lenguaje en la boca de Dios

Poco se conoce acerca del nacimiento de Dios pero, entre unas cuantas cosas, siempre se supo que era un bebé muy inteligente.

Pasaba horas, días y milenios dando vueltas a las nubes para encontrar una manera para decirle a su poderosa cabeza que creara un universo, que creara un cielo azul, que creara una vida.

¿Cómo decirlo? ¿Cómo empezar a pintarlo?

Llegó un momento en el que el niño se imaginó cien mil paraísos, mundos llenos de luces y formas que se agrupaban y bailaban al compás de la luz, un cuadro producto no más que de su mera creatividad imaginativa.

Cada día soñaba más y más con estos paisajes brutales pero no imposibles, y se frustraba al no poderlos materializar por que no sabía cómo proponérselo, cómo decírselo.

Todo en el mundo, su mundo, era silencio. Un silencio tan cruel que habría sido posible que hasta el mismo Dios se sintiera solo, que se quisiera ir.

Entre tantos silencios, el niño se dio cuenta que para poder reclamar el poder del rayo, del agua y del fuego, pues tenía que sacar lo que pensaba de alguna manera para combatir ese silencio negro.

Fue así, entre tantas palabras y euforias reprimidas, que el niño abrió la boca y creó las vocales, luego la cerró y creó las consonantes.

De paso también creó el sonido de todas las voces de los pájaros el universo.

Se dedico a unir vocales y consonantes, a moldearlas y a darles sentido, orden y esencia. Solo así, casi sin planearlo, fue que se propuso crear al mundo, y un día antes de que empezara el génesis de la creación, ya Dios tenia conversaciones con las estrellas que todavía no existían, ya era capaz de decir la palabra “palabra” y sentir ira sabiendo el porqué.

«Soy el que soy porque soy», se le oyó decir.

אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה

La Honda, un barrio con luz desde las raíces

Hay un lugar en la ciudad de Medellín, tan empinado, tan alto, tan arriba, que el covid no llega y ya no llegó. 

Es más, solo pilotos osados se atreven a coger las rutas de los colectivos de La Honda, lugar habitado por personas hace más de 24 años, pero que apenas fue declarado barrio en el 2014.

El recorrido para llegar a La Honda arranca en el Centro de Medellín, cerca al Parque San Antonio, donde un colectivo naranja aguarda a la gente que sube a Villahermosa, El 4, La Honda. Desde ahí y hacia arriba, el camino serpentea y da vueltas en espirales hechas de calles que cada vez son más angostas, más verdes, menos calles.

La ruta sigue hacia arriba y hacia adelante, como si nos fuéramos a ir de Medellín cruzando las montañas que la rodean. Montaña que acá, camino a La Honda, luce roca, madera, tierra, casas y seres humanos.

Unos 40 minutos después de salir del Centro -de acuerdo a cómo esté la circulación de buses hacia abajo, porque en algunos tramos solo hay un carril-, usted se baja del bus y llega a un lugar que tiene, y no se puede decir de otra manera, la mejor vista del Valle de Aburrá, dejando ver desde los caminos de Caldas hacia las mesetas del sur y hasta el rincón de Bello entre la neblina que les baja en la madrugada. En el intermedio: el Río Medellín, el edificio COltejer, el aeropuerto local, las terminales de transporte, los techos de la UDEA, los cerros tutelares, el metro que se mueve de una estación a otra, la pólvora roja y el ocasional helicóptero militar. 

Atrás, a eso de las 4:10 de la tarde, se asoma la luna de a poco que le da permiso a la noche para que comience a empezar. 

Estamos en el pico de una de las montañas que rodean a Medellín. Estamos en La Honda. 

Trabajo en colectivo

Un grupo de jóvenes de la ciudad comenzaron a subir a La Honda hace más de un año y medio. Formaron un equipo llamado Colectivo por Naturaleza, que influye en una serie de procesos sociales en barrios de toda la ciudad.

En La Honda, entonces, se han acercado a la comunidad y han comenzado a escucharlos para saber cómo, desde el colectivo, podían hacer intervenciones que le dieran a la gente cosas como, para empezar, la garantía del cumplimiento de sus Derechos Humanos.

Foto: Juan Pablo Sepúlveda.

Pues meses después, y solo en el proyecto de La Honda, el Colectivo por Naturaleza ha entregado más de 300 millones de pesos en ayudas de mercados a miles de familias. Esto, aclaremos, en plena época de pandemia, cuando no para muchos es tan fácil tener un mercado asegurado para sus hijos. 

Pero no solo ha sido el entregar un mercado o una estufa para que la familia no tenga que cocinar en leña, sino que también ha sido meterse hasta las raíces del barrio y empezar a hacer parte de él. 

Por esto, entonces, el colectivo ha tenido contacto con el cabildo indígena ubicado en La Honda, y hasta con las madres que envían a sus hijos para actividades y juegos programados. 

Foto: Juan Pablo Sepúlveda.

Suceden escenas como la de un contingente de unas 20 personas clasificando pares de zapatos, bolsos y billeteras para un bazar que se hace los domingos. 

Son donaciones no solo de dinero o mercados, sino por ejemplo ropa de todos los estilos y colores, y hogares de la Loma de los Benedictinos, la Loma del Indio, las transversales intermedia y superior, la Loma del Escobero, la Avenida de Las Vegas, Laureles, Conquistadores y barrios de otros países esculcaron y revolvieron sus closets para donar años de prendas acumuladas, incluso algunas nuevas, a las comunidades de La Honda. 

Foto: Julián Machado.

Donaciones de tacones tan altos, tan naranjas, que las matronas de La Honda solo los podrán usar fuera de los laberintos de escaleras que recorren estos barrios. La neblina iba bajando, y también los niños bajaban de vuelta a sus casas estrenando balones, gorras y pantalonetas. 

Este proyecto, y el colectivo, lo lidera Julián Machado, quien tiene 25 años y estudió Derecho y Ciencia Política. 

Es bastante difícil establecer un aproximado de cuántas personas habitan La Honda, y no hay ningún censo disponible, pero el proyecto del colectivo, hasta ahora, ya ha tenido influencia en por lo menos 7 mil personas. 

Foto: Y Villa (@yvilla_medellin)

Y claro, está Rosa.

Casa Rosa

Rosa es víctima del conflicto armado colombiano, y perdió a dos de sus hijos. No obstante, su sonrisa no se acaba. Suele saludar a los desconocidos con un abrazo y con eso los invita tanto dentro de su casa como de su corazón. El colectivo se unió a ella y, juntos, han logrado llegar aún más lejos en La Honda, y también llegar a más personas. 

Rosa. Foto: Colectivo por Naturaleza.

Rosa es esposa de Freddy, y empezarán a vivir en una casa que el colectivo les está ayudando a construir. Este lugar será también un espacio para la cultura, el arte y el estudio, tendrá su huerta, salones de clases y de aquí a unos meses es probable que un segundo piso. 

Foto: Y Villa (@yvilla_medellin)

Este lugar se llama Casa Rosa, y es un espacio de trabajo para el colectivo edificado desde sus cimientos. 

¿Quién escucha a La Honda?

Este sector es uno de las fronteras del círculo de montañas que rodea al Valle de Aburrá. Decir mejor, para efectos prácticos, que justo encima de La Honda sale la luna a eso de las cuatro de la tarde para iniciar su recorrido sobre el cielo nocturno.

Pero aunque esto regala las mejores vistas que puede tener una persona para mirar por encima de la ciudad, sí es cierto que desde barrios como La Honda, de invasión, por más que se vea allá abajo el edificio de la Alcaldía, el gobierno está demasiado lejos de estos lugares.

Porque son pocas las rutas de transporte, poca las obras que se adelantan para pavimentar caminos de tierra, pocos los sistemas eléctricos y acuíferos adecuados para tantas familias y sobre todo poca la voluntad de funcionarios de un gobierno, aquí invisible, para incluso saber qué es La Honda.

Esto no sucede solo acá, porque sabemos que Medellín ha sido conformado por barrios de invasión. Migrantes y víctimas del conflicto armado llegaban a la ciudad con la esperanza de hacer una vida sin balas y, aunque igual sí les tocó bala, pudieron levantar sus planchas y sus techos sin pedirle permiso a nadie.

El alegato estaba en que al ser barrios de invasión el gobierno no tenía cómo llegar a instalar, por ejemplo, un acueducto a un lugar donde hay un montón de ranchos desorganizados que viven en una ladera.

Pues en un lugar como La Honda ese debate ya no debería existir, porque el crecimiento demográfico y en extensión territorial de las comunidades de La Honda los volvió autosuficientes. Allá hay tiendas para comprar de todo, restaurantes para almorzar de todo, barberías, casinos, gatos, perros, canchas, misceláneas… mejor dicho, en La Honda, como en muchos lugares, hay de todo. Hay de todo, pero no gobierno, no Estado. 

Entonces los habitantes de este lugar, al ser preguntados, dicen que le pedirían al alcalde Daniel Quintero Calle que los escuche, que no haga oídos sordos a las realidades de cientos de miles de habitantes de Medellín que viven en las montañas que la rodea. 

Piden que sus hijos puedan tener un colegio cerca de sus casas, y no como el de ellos que quedaba seis barrios más abajo y regresar a casa era una odisea empinada.

Requieren que no les cobren vacunas semanales solo por estar en un barrio, y requieren que la Fuerza Pública se aparezca más seguido en La Honda, y no solo a cobrar sobornos, como varias personas nos contaron que hacen. 

Preguntan por rampas porque, con tanta ladera, hay demasiada escalera, entonces moverse por La Honda con muletas o con alguna discapacidad es algo bastante complicado. 

Les gustaría que en el barrio existiera un hospital por si alguien de la casa se enferma, y que la evacuación de residuos se pudiera coordinar de una manera mejor para que la basura no termine montaña abajo. 

“Amigo”, dice alguien. “Esto aquí antes era un matadero. Ahora es un colegio. Nosotros hoy controlamos esto, pero por aquí hay muy poca carretera y colegio. Lastimosamente usted debe saber que el negocio de la droga es la única manera que mueve dinero a veces en lugares así. No porque haya mucho chirrete, sino porque hay mucha gente con ganas de trabajar pero sin mercado”.

The Nightmare’s Night

Edited by Brendan S.

It all started early Wednesday morning September 9, when the lawyer Javier Ordóñez -44, two sons-, was in a Bogota street talking to a couple of friends. Colombian police officers, that often perform illegal tracking towards citizens, arrived to where Ordóñez was and subdued him in a matter of seconds using punches, kicks and a taser gun.

Three minutes of hell later, Ordóñez had already choked and begged the two police officers for some air to breathe. These officers, however, only gave him more electric shocks and took him, still alive, to a nearby police station as people were watching the scene in awe.

All of this was recorded by one of Ordóñez´s friends, who had a phone but didn’t dare get close to the police officers, who were clearly showing signs of cruelty and torture -yes, in the middle of the street in the capital of Colombia- as Ordóñez was completely motionless and saying time and time again “Por favor, por favor por favor” (“Please, please, please”).

They didn´t stop. They killed him eventually.

This journal had access to the Medicina Legal´s forensic report of the death of Javier, and it showed acts perpetrated by the police officers that went way beyond the limits of human rights violations. 9 skull fractures and a blunt blow to the head. Those hits killed him.

According to a forensic expert consulted for this article, 9 skull fractures require a strength of at least 5000 newtons. This means the force of a rock of 450 kilograms, as in they would have had to drop a rock of this size nine times in order to break Ordoñez´s skull like this.

“This is an act of cruelty, of torture, of inhuman violence”, concluded the forensic expert.

From Twitter.

Hours later, different international entities such as the International Criminal Court, the Inter-American Court of Human Rights and even the European Union released statements rejecting what was happening in Colombia. But Ivan Duque, the controversial Colombian president (who is in fact the same age as Ordóñez), didn´t condemn the act committed by the police, and instead ordered further police brutality toward the dozens of protests which erupted in Colombia as the news of Ordóñez´s death reached the ears of the people.

It was corroborated from the audio of a police officer that recorded the murder, that there were seven police officers involved with the death of Javier. While he agonizes, another officer speaks and his voice sounds like the demons on earth: “Que se muera, pero no aquí. Que se muera. Pero no aquí”. (“Let him die, but not here. Let him die. Not here”).

From Twitter.

This recording is in the possession of the Colombian Fiscalia, the entity in charge of investigating the murder.

So it all started early Wednesday morning, when Javier Ordóñez was murdered by Colombian police officers. Following this there would be a night that would come to last 45 hours.

I don´t think it is over yet, because another 13 deaths followed Javier´s. All were homicides, all committed by police officers.

Colombian Lives Matter

Colombian protests, usually apathetic, made ignition with this news. Students, teachers and workers took to the streets and never left them until they had left a clear message or, at least, burned something.

There was violence among the protests, but aside from throwing rocks and fireworks, the most extreme protesters didn´t do anything beyond destroying property of the elite and blocking streets. The police responded with tear gas, wooden sticks that they found on the floor, and bullets. Yes, bullets, as a response to rocks.

The trending posts on Colombian social media had the hashtag #ColombianLivesMatter all over, as people were remembering the death of George Floyd in Minneapolis who, it is sad to say, had a similar death to that of Javier Ordóñez.

Pressure mounted on the government as prominent artists, musicians and poets were insisting on a de-escalation of the conflict. However, there was always at least someone deep within the offices of the Casa de Nariño (personal house of the president) or in the Ministerio de Defensa authorizing the use of lethal force.

(Ricardo Cruz Baena).

Mayor Claudia López, first Colombian member of the LGBTQI+ community to reach this office, demanded that the Bogotá Police units stop the use of lethal force immediately. The police refused to comply.

We all know that military and law enforcement function by hierarchal orders. So, if the mayor of the capital has no say in the procedures of her metropolitan police force, it means the orders are coming from the top.

Fire During the Protests

(From Twitter).

Demonstrations in Colombia are often accompanied by music, flowers, candles and other peaceful tools. This time, on the contrary, we are seeing that an element as destructive as fire can be used as the guiding light of a movement, employed for the words and demands of humanity to be seen loud and clear.

We saw in Bogotá, Cartagena, Manizales, Medellín, and other cities, hundreds and sometimes thousands of civilians wearing gas masks, not as a measure against Covid-19 but as a facial shield against rocks, fireworks, tear gas, and even bullets.

Along with gas masks, the Colombian protesters also wore helmets, face protectors, bulletproof vests and wielded shields.

All the protests, in between inaccurate messages of the violence ceasing, were violent. The hooded and masked demonstrators eager to fight and claim vengeance for the dead civilians, the police officers eager to abuse their power and get a promotion while doing so.

The fires, already raging on the streets, were giving a little warmth to a city, a country, that was already lit but felt dead cold. In the nightmare´s night, as far as we know, at least 15 people (one as young as sixteen) lost their lives at the hands of police officers.

People on public transportation going past demonstrations decided to abandon their routes and join the protests. Few sights so clearly emulate the fury of the Colombian people right now. The Colombian masses, abandoning their personal obligations, to mutually harness the fire against oppression.

(From Twitter).

Because there are already 300 wounded people and counting, meanwhile in a world pandemic we are forced to fill the hospitals with people injured by the police.

Because there are now reports that at least three women were raped by cops on that night.

Because the Defense Minister, Carlos Holmes Trujillo, didn´t ask for forgiveness in spite of being the commanding officer of all the police forces in Colombia.

Because Holmes Trujillo, appointed in office just a few months ago (and a dinosaur in Colombian politics), said that he was going to send three times the men that attended the protests on the nightmare´s night.

«Don´t cry on social media over what you don´t fight for in the streets». (From Twitter)

It seems that the Colombian Defense Minister doesn´t understand the concept of de-escalation, therefore he fails to understand that if he uses repression times three, the protests will grow by six.

Dozens of NGO´s and legal groups are already asking the Congress for the resignation of Holmes Trujillo.

The fires in the streets have been used as an excuse to employ some of the Colombian state’s newest toys, including the modern tear gas that police are using.

(Analisis Urbano Press Agency)

White gas, green gas and pink gas threaded in the air. A surreal scene that, in the distance, seemed more like a parade than a citizen massacre.

We must also mention something else which contributes to the Colombian discontent: massacres.

At least 52 massacres have occurred in the country this year (yes, the Covid year when everyone is supposed to be home). Well, killers in Colombia tend to know the addresses of their victims, sometimes helped by, guess who, army and police officers.

International Media

So, the fires are still burning in Colombian cities.

Not the bullets, not the insults, not the rains present during the demonstrations, were able to put out the fires that the Colombian people lit, much less those which continue to burn inside their chests everyday.

Colombia seems to have declared war against Colombia.

Let´s hope my country doesn´t become a tinderbox.

Sometimes news about Colombia reaches the top pages of international media like the New York Times, DW, CNN and France 24. Sometimes that same news doesn´t reach a single headline in the Colombian outlets. This often happens, as in the case of RCN news, because they are deeply rooted in state sponsorships. In other cases, it is because independent journalists are hunted and killed, or just don´t have an audience as big as the mainstream media companies.

Another important concept is the manner in which Colombian media uses language. Caracol news, the most watched news outlet on Colombian television, said “police officers KILLED George Floyd” the day it happened. After the death of Javier Ordóñez, their headline was “Man TURNS DEAD after police procedure”.

We don’t have to be experts in Spanish, semiotics and hermeneutics to see that the language used in state-sponsored Colombian media, as is the case with most state-sponsored media across the world, dehumanizes the victims while diminishing the responsibilities of the perpetrators.

Published in https://www.therenegadeconflictjournal.com/post/the-nightmare-s-night the 18th of september of 2020.

Productora espiritual

Reflexión escrita por María Clara Fonnegra S.

Cada persona sueña, aunque su sueño consista en no querer soñar. Cada soñadora o soñador requiere, por consiguiente, una Productora Espiritual. Este ser interior, está a cargo de los recursos que tiene el espíritu para llevar a cabo aquello que anhela. Hace circular el oro interno por la ciudad del espíritu y a los seres internos que van a desarrollar las labores correspondientes.

Se podrá calificar de apta a la Productora Espiritual, si es capaz de discernir cuándo algo vale tanto que es mejor optar por otra cosa; si no está bien capacitada para ello, podría llegar a pensar que algo vale más esfuerzo de lo que puede dar y equivocarse fatalmente. La victoria de la P.E. a veces consiste en aceptar su derrota. En muchos aspectos, su tarea supone una alta tensión, pues es la responsable de otorgarle al espíritu todo lo que necesita y extirpar de él, sin escrúpulos, lo que no necesita. Algunas soñadoras, algunos soñadores, carecen de una capacitada P.E., es por esto que deben amoldarse a las decisiones de una P.E. ajena, esto es, en cierto grado, deplorable.

Ahora pasemos al objeto de estudio: cada sueño tiene un valor —que depende en gran medida de la alquimia del alma—, en tanto, se puede considerar a cada uno válido o inválido, posible o no posible. La P.E. cometerá un grave error si en primera instancia considera válido algo que es inválido, posible, aquello que es imposible. Pero, pensará la incauta lectora o el incauto lector, ¿qué más da si se gasta oro interno, tiempo y fuerza —no añadiremos el adjetivo “espirituales”, pues el tiempo y la fuerza son factores espirituales— incansablemente, por algo que jamás será realizable, si el solo proceso es enriquecedor? Es de considerar que no siempre el camino hacia una causa es alegre, simple y llano. Para un alma estoica y ciertamente masoquista, esto puede no ser un inconveniente. Se puede recurrir a grandes cantidades de fuerza para mover una roca inamovible y quedar exhausto, carcomido por el tedio, el calor y la sed del esfuerzo. La roca no se ha movido, ¿podremos encontrar en aquel esfuerzo algo gratificante?

Digamos que la persistencia de los días, logra al fin mover la roca. Y, ¿qué tal si, como en la película “El Topo” de Jodorowsky, tras la roca seguimos creyendo y cavando para liberar a los seres que están atrapados en la caverna sin ver que al liberarlos se les conduce a la desgracia? ¿Tendría la P.E. que haber visto con agudeza que su sueño era inválido? ¿Cómo entonces evitar errar en aquel primer filtro, válido-inválido, posible-imposible? La ambición sin duda llevará a la ciudad interior hacia lo no posible, con ello, a una ruina infalible, al consumo impropio de las energías, a la vulgaridad de la impaciencia, a la impertinencia de las emociones en descontrol, a la grosería de lo impulsivo.

Todo esto nos servirá para deducir que la P.E. debe saber conocer la protección como elemento primordial. El ojo de Horus es símbolo de protección. No encamino a pensar que cargar un amuleto pueda proteger o desencadenar ciertos efectos en el azar de la vida, sino a contemplar que este milenario símbolo contiene un significado patente: la observación; y es el significado y no el objeto lo que nos servirá de amuleto. 

No obstante, no será suficiente con el solo hecho de practicar la observación, la P.E. debe saber que el tiempo es su principal aliado, que puede disponer de él si cuenta con el factor paciencia, de lo que se deriva la pregunta ¿cómo reconocer en qué momento es precisa la espera y en qué momento es precisa la acción? 

También debe saber que los sueños guardados en el espíritu —qué inestable es el espíritu, movido por tantas cosas, cruzándose con tantas cosas— podrán tener una caducidad difícil o incluso imposible de pronosticar. ¿Cómo saber hasta cuándo reina en el espíritu un sueño? Prometer su reino eterno podría ser un vil engaño: las dictaduras de los sueños han llevado a las almas a generaciones y generaciones de tedio, cuando de aquel sueño no queda más que el registro de un pacto y una indiferencia no desentrañable; es por esto que la P.E deberá ser perspicaz con las consideraciones del peso del sueño a través del tiempo.

Si los dos anteriores principios no están conjugados debidamente, es decir, si la posible caducidad del sueño no permite al soñador o soñadora extenderse a sus anchas en el tiempo, ¿será mejor abandonar la tarea?  

Además de la caducidad, hay otro elemento que podrá afectar al tiempo: el espacio. Pero, al ser el espacio el elemento por excelencia exterior, siendo el tiempo, el elemento interior, no abordaremos esta cuestión en este análisis efímero. 

Todo es más fácil aún si el espíritu cuenta con pocos o ningún sueño, caso en el que la P.E. podrá ser una holgazana y dedicarse al ocio, dejando a otros seres internos el peso de la existencia. En un sentido contrario, si se cuenta con un espíritu soñador en gran medida, la P.E. tendrá mucho trabajo, mucho más, si es para tomar la decisión de quedarse inmóvil ante tantos impulsos del alma.

Por todo lo dicho, se podría pensar que la P.E. debería ser serena, racional, indiferente, incluso resultar fastidiosamente prolija y autoritaria; pues debe citar a la hora exacta los componentes que necesite para llevar a cabo su obra y rechazar aquellos que entorpezcan la labor, además, no debería ser indulgente con los seres internos que solo desean dormir, por lo cual debería, poder observar impávida todas las emociones y los pensamientos que pasan por su ser, con mayor razón los más catastróficos. Pero no nos engañemos, el control y el castigo nunca han desencadenado gobiernos armoniosos. 

Algunas personas viven toda su vida bajo el yugo de su P.E. quien a su vez está subyugado por uno o varios sueños. Habría que revisar la lista de sueños comunes del ser humano para ver lo absurdas y divertidas que resultan ser las razones de la prisión del alma. Es por esto que una sabia P.E. deberá ser sensata en relación con su lista, equilibrar las acciones establecidas para sueños contrarios, más aún si en la ciudad espiritual hay un sinfín de seres y todos señalan hacia un punto cardinal distinto.

EPM y los tentáculos del Grupo Empresarial Antioqueño

En empresas Públicas de Medellín ocurre un choque a toda velocidad entre fuerzas privadas y públicas.

El Municipio de Medellín creó sus Empresas Públicas en 1955 con un solo presupuesto inicial. Desde entonces, los datos estadísticos nos dicen que EPM no ha requerido un peso más para su funcionamiento y que, por el contrario, ha generado utilidades económicas, logísticas y de servicios básicos a la ciudad.

EPM es la empresa que garantiza que podamos cocinar con gas, que tengamos energía eléctrica, que salga agua de nuestras duchas y que un camión recoja, una o dos veces a la semana, la basura que producimos.

Pero aunque el nombre y la razón de EPM apuntan a ser un colectivo cien por ciento público, la realidad es distinta. Dentro de la junta directiva de la entidad, además del alcalde de turno, hay un contingente empresarial que decide los contratos, asigna las obras, administra los recursos y toma decisiones frente a momentos de crisis.

Este grupo humano de empresarios que tienen los pies dentro de EPM también está compuesto por contratistas que pueden usar sus empresas para ganarse algún tipo de licitación que proponga el municipio. Aunque esto hace más rápidos los trámites para, por ejemplo, la realización de obras, también termina moviendo el capital en un círculo del que nunca sale.

Este es el gran encuentro entre fuerzas públicas —las encargadas de prestar los servicios públicos— y fuerzas privadas —quienes a veces financian la prestación de estos—. En este intercambio está en juego dinero, posición política, puestos de trabajo y firmas en contratos.

José León Jaramillo Jaramillo, abogado y exprocurador, dijo alguna vez sobre EPM que «empezaron a patrocinar las campañas políticas de los alcaldes y de los gobernadores, con el convencimiento de que, quienes fueran elegidos, se convertirían en peleles a su servicio», y que «solo contratarían empréstitos con ellos, solo adquirirán seguros de Sura, solo comprarían cementos Argos y adicionalmente les adjudicarían a ellos, también, todas las contrataciones públicas en las que pudieran estar interesados y de postre, les concederían, también, un porcentaje importante de la burocracia en sus administraciones».

Foto: Juan Paz.

Este espaldarazo político de EPM también significa que luego van a tener de frente a una persona en un cargo público con poder y con intereses sembrados desde y hacia la entidad. Además, si esta persona elegida es el alcalde de Medellín, se encontrarán con un miembro obligatorio de su junta directiva que estará allí durante cuatro años.

Esto, en otro contexto, se lee como que las empresas privadas detrás de EPM también eligen a quién quieren apoyar en su carrera a la alcaldía, y valoran qué tanto esta persona en este cargo se puede ajustar a sus intereses.

Es de extenso conocimiento que distintos sectores del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) se reúnen con todos los candidatos a la Alcaldía de Medellín en la época previa a unas elecciones regionales, y lo vuelven a hacer con quien haya ganado horas después de que se hayan terminado de contar los votos en las mesas.

Hablamos, por supuesto, de los alcaldes de años recientes: Sergio Fajardo, Alonso Salazar, Aníbal Gaviria, Federico Gutiérrez y Daniel Quintero Calle.

También en ese mapa, pero en el polo opuesto, quien quiera ser alcalde de Medellín sabrá que tiene que entrar en una negociación con EPM y todas las personas involucradas allí. Esto, por supuesto, también indica que el alcalde de turno tendrá un poder o una especie de fuero adicional con EPM, además de su silla dentro de la junta directiva.

El exprocurador Jaramillo advirtió incluso que esta aproximación entre lo privado y lo público en algo tan elemental como los servicios públicos de la ciudad puede terminar en un escenario en el que los empresarios de la junta pueden acabar con el área financiera de EPM, y luego «aparecer como salvadores» a comprar sus acciones por poco dinero.

Por otro lado, una de las grandes razones de los trabajadores de EPM para no querer seguir con el matrimonio con el sector privado es que consideran a la empresa como un patrimonio municipal, y cedérselo a los intereses de empresarios sería, para ellos, una manera de «socavar» la misma razón de ser de EPM.

Distintas voces dentro de la institución nos han confirmado que, aunque las Empresas Públicas de Medellín conservan mucha de su autonomía, se espera que la privatización sea un proceso inevitable en un futuro no muy lejano.

La junta directiva de EPM

En 1997, el Concejo de Medellín le abrió la puerta a empresas del sector privado para que entraran a discutir asuntos en las juntas de EPM. Esto no quiere decir que cualquier dueño de una empresa antioqueña podría llegar a imponer sus condiciones en EPM, sino que esa persona tiene que cumplir una serie de requisitos y tener una hoja de vida adecuada para estar en las juntas directivas, además de acogerse a una serie de leyes y estar en la capacidad de ofrecer diferentes oportunidades financieras y de proyectos a EPM.

Adicional a esto, y hasta hoy día, se exige que los miembros de la Junta Directiva de EPM, por más que sean empresarios con razones sociales diferentes a las de EPM, conserven ciertos tonos de «independencia» en su toma de decisiones.

El sindicato de EPM y UNE (Sindicato de Industria de Profesionales de EPM y UNE, Sinpro), conformado por trabajadores de las empresas públicas, enfatiza en que el carácter de independencia de los miembros de la junta de EPM se ha ido perdiendo con los años, y dicen que esto lo evidencian tanto los miembros actuales de la junta directiva de EPM como las decisiones que han tomado en los últimos tiempos.

Como ejemplo está toda la crisis de Hidroituango, en la que los alcaldes y gobernadores han tenido que discutir durante noches enteras con empresarios del GEA mientras había gente huyendo de un río que amenazaba con llevarse sus casas por la ladera.

Sinpro se queja de que aunque los miembros de la junta directiva de EPM cumplen con la Ley 964 de 2005 —que les obliga a ser «independientes»—, la imparcialidad no es tal en la actualidad de EPM. Tres de los miembros de la junta actual provienen del sector privado. Uno de ellos, Andrés Bernal Correa, es vicepresidente de una empresa de Protección, una empresa de seguros que hace parte del GEA, y otro, Carlos Raúl Yepes Mejía, fue hasta hace unos meses gerente de Bancolombia.

Aquí Sinpro cuestiona la independencia que se supone que existe en las empresas públicas: ¿Cómo, o por qué hay empresarios como Mejía y Bernal en la junta directiva de las Empresas Públicas de Medellín cuando sus industrias son competencia directa para ellas?

El Grupo Empresarial Antioqueño

Foto de la Revista Dinero.

Ya aclaramos que hay empresarios privados que hacen parte de la toma de decisiones importantes en EPM. Ahora bien, ¿quiénes son? ¿Qué es lo que salen ganando?

Por ejemplo, dentro de EPM está UNE Telecomunicaciones, una empresa pública millonaria en cuya junta está Miguel Moreno Múnera, gerente de la gigante de alimentos Nutresa —que también hace parte del GEA—. Por ese mismo lado también estuvo el señor David Escobar Arango, quien fue vicepresidente de UNE. En la actualidad es director de Comfama, la caja de compensación de empresarios privados, y se especula que la consecución de un trabajo tuvo que ver con el anterior. El círculo se cierra con Federico Arango Toro, esposo de la exdirectora de Comfama. Hoy en día, por las conexiones de su esposa, hace parte de la junta de UNE como representante de EPM.

A esto en el diccionario se le conoce como nepotismo: «desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos». En Colombia a esto también se le conoce como mermelada.

Esteban Calle, quien fue señalado como el responsable de una «falta de solidez y pérdida de credibilidad» mientras ocupaba un cargo en la junta de EPM, hoy en día tiene un cargo gerencial de Cementos Argos, que es uno de los principales proveedores de EPM.

Federico Restrepo Posada también salió de EPM y trabajó en Tuya, una compañía de financiamiento propiedad del GEA. Luego de esto se lanzó a la Gobernación de Antioquia con parte del gran grupo detrás.

Esteban Iriarte, expresidente de UNE y miembro actual de la junta de esta empresa, también está vinculado en la actualidad a la compañía de seguros Sura, que también está adscrita al GEA.

¿Casualidades? No, son telarañas.

Privatización de EPM y otros pasos en falso

Foto de Frecuencia Estéreo.

De acuerdo con los voceros de Sinpro, la privatización de EPM está «cada vez más cerca» desde que el Grupo Empresarial Antioqueño empezó a tener voz y voto con el devenir del conjunto de instituciones y los recursos que manejan.

Que privaticen EPM significaría un golpe duro porque perdería por completo el carácter público de su razón social y se convertiría en un sitio de carreras por quién se queda con el mejor contrato.

Por ahora podemos abrir la canilla y sacar la basura tranquilos. Por ahora Hidroituango está parado. Por ahora el alcalde tiene una voz importante dentro de EPM. Ya veremos en unos meses o en unos años.

Texto publicado en https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/epm-y-los-tentaculos-del-grupo-empresarial-antioqueno el 24 de agosto de 2020.

¿Por qué es importante hablar de los desaparecidos en los Llanos Orientales?

En esta región del país están registrados más de 2.300 cuerpos sin identificar.

Desde 1960 hasta 2018, en Colombia desaparecieron entre 80 y 86 mil personas en medio del conflicto armado, según el Centro Nacional de Memoria Histórica. Es difícil dimensionar esta cifra, pero tengamos en cuenta que duplica el número de desaparecidos en Guatemala —segundo país de América con más desaparecidos— y un número muy por encima de las cifras de las dictaduras de Argentina o Chile.

Según Naciones Unidas, la desaparición forzada se usa como una estrategia para infundir terror en los ciudadanos; desde los familiares de los desaparecidos hasta las comunidades en las que habitaban. En Colombia, tanto la guerrilla como el Ejército y los paramilitares han desaparecido personas.

La región de los Llanos Orientales es una de las zonas que ha vivido este flagelo. El colectivo jurídico Orlando Fals Borda —organización de Derechos Humanos— presentó un informe hoy en Villavicencio sobre cuerpos de personas desaparecidas en esta región del país y se lo entregó a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para que lo tengan en cuenta en los procesos que se vienen de justicia transicional.

“Esto es muy importante porque el país todavía no conoce todo lo que ha pasado en la guerra. Es por esta razón que algunas personas piensan que es mejor vivir en guerra, sin saber lo importante que es la no repetición y la paz en los territorios”, nos dijo Naya Parra, una de las autoras del informe. Según ella, son por lo menos 2.304 cuerpos de personas no identificadas en los cementerios de Villavicencio, San José del Guaviare, La Macarena, Granada y Vista Hermosa.

“Hay personas que siguen esperando a sus hijos, hermanos, amigos, conocidos…”, explica Parra. El hallazgo más relevante y nefasto de este informe es que de los 2.304 cuerpos encontrados se estima que alrededor de 1.700 pertenecen a personas víctimas de ejecuciones extrajudiciales o “falsos positivos”: personas, en su mayoría jóvenes, que sin tener que ver con el conflicto o con alguno de los bandos fueron asesinados por el Estado o por paramilitares para ser presentados como bajas militares.

Una persona sin vínculos con la guerrilla desaparecía de su casa, y a los meses o incluso días aparecía en otro pueblo vestida como guerrillera, muerta, y presentada como un trofeo de guerra.

Sobre este hallazgo nos habló Ramiro Orjuela, abogado de víctimas de desapariciones: “En esta región de los Llanos Orientales operó el Bloque Central de la guerrilla de las Farc y su secretariado. Con el pretexto de perseguirlos, porque eran el componente más fuerte de esta guerrilla, se cometieron toda clase de violaciones de Derechos Humanos, desplazamientos y asesinatos por parte del Estado y del paramilitarismo”.

Naya Parra, autora del informe, nos dijo que a partir de la presencia guerrillera en esta zona, y de la política combativa del Estado, surgió un fenómeno de “todo vale” para combatir a las guerrillas. Entre más “bajas” presentaba un soldado o una unidad del Ejército, más beneficios tenían, como compensaciones económicos o permisos. Con el afán de mostrar resultados, muchas personas inocentes perdieron la vida.

A esto se le suma, de acuerdo el abogado Orjuela, el hecho de que en los Llanos Orientales tienen una gran producción de petróleo y de comida. Cuando los grupos armados quisieron controlar el territorio, el conflicto se desencadenó con desplazamientos y desapariciones. Incluso, existen evidencias de alianzas entre grupos al margen de la Ley con empresas del sector privado.

Quedan muchas verdades por conocer

Naya Parra cuenta que los números que aparecen en el informe no representan la totalidad de los desaparecidos. Los cuerpos de los cementerios pueden ser una suerte de cifra “oficial”, pero según ella y Ramiro Orjuela, existen otros casos que nunca se documentaron porque corresponden a cuerpos de personas escondidos en fosas comunes, o que fueron lanzados a ríos, lagunas, incinerados o incluso mutilados. También, a nivel nacional, hay personas que apenas ahora están denunciando a sus desaparecidos, por lo que el subregistro puede ser mayor.

Hasta ahora, muchos de los casos ya conocidos se han llevado a la justicia ordinaria, pero por este camino han aparecido obstáculos judiciales y lentitud en las investigaciones. También, en los casos en los que se han hallado culpables, ha sido difícil que entidades como el Ministerio de Defensa reconozca responsabilidades y esté dispuesto a reparar a las víctimas de manera integral.

Por esta razón, el informe sobre la situación de cuerpos encontrados en los Llanos fue entregado a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, un organismo que pertenece a la JEP y que se creó en 2015 en el marco del Acuerdo de Paz con las Farc con el fin de hallar el rastro de las miles de personas que desaparecieron durante el conflicto armado.

El colectivo Orlando Fals Borda y el Movimiento de Víctimas del Estado (Movice) le están exigiendo a la JEP que implemente medidas cautelares sobre los lugares donde se presume que hay más cuerpos de desaparecidos, como lo son los mencionados cementeriso de los Llanos o el sector de La Escombrera en Medellín.

El problema que enfrenta la JEP es que en este momento, casi tres años después de que se formulara la creación de la Unidad de Búsqueda, y casi dos desde la firma del Acuerdo, esta entidad no ha empezado a funcionar del todo, y todavía se encuentra en una etapa inicial de recopilación de información de los desapecidos. Luz Marina Monzón, directora de esta entidad, dice que los 56 mil millones de pesos necesarios para el funcionamiento de la unidad no han sido desembolsados por parte del gobierno.

🕷️

15 de mayo, 0.00 a.m.

CUENTO: MUCHAS PREGUNTAS DESDE EL ÁTICO MORADO

El exacto primer rayo de luz que compareció entre las nubes irrumpía en el ático casi haciendo ruido. Eso fue lo que la despertó. 

Abrió un ojo más que el otro y percibió el típico olor de la madera en penumbra que hacía de techo en ese ático donde solía dormir a pesar de tener una cama en el piso de abajo. 

«¿Por qué estoy sola?», se preguntó mientras se acurrucaba entre las cobijas. «Porque todos los que me persiguen van en la dirección contraria». Eso escuchó como si fuera una voz desde el fondo. 

Antes de pensar en el café con leche se acordó de la noche anterior, del bar seco al que había ido sin saber para qué.

Recordó las amigas desentonadas de sonrisa fácil que alumbraban el sitio, las luces mal encendidas que apenas sí se reflejaban en las botellas de cerveza y se acordó del cuento que le estaba echando un Adrián (¿Adrián?) de que «se había enamorado solo una vez» y del otro (¿Gonzalo?) quien se hizo «un esguince mientras estaba perdido en una alcantarilla de Barcelona». 

Algún que otro poeta desgraciado también adornaba el bar, detrás de una estela de humo que no dejaba ver de qué color estaba vestido esa noche. 

El ático seguía oscuro a pesar de las esquirlas de luz. Bostezó, y la suspicacia y el miedo se le derramaron dentro del cuerpo al seguir pensando en las horas previas. 

Dormía en ropa interior para estar en paz con sus fantasmas pero, la noche anterior, y como de costumbre, había decidido salir con su uniforme de batalla, que siempre consistía en un atuendo del todo negro elegido así por diseño: la falda hasta la comisura de las rodillas, unas medias de telaraña que se adentraban hasta sus botas, un cabello negro, corto y suelto para arroparle las clavículas, un piercing de toro en la nariz que eliminaba pesquisas inoportunas y seis tatuajes con esbozos de líneas negras que acentuaban el color nieve de su piel.

Un atuendo del todo negro excepto por una cosa: los labios color carmesí. 

Las brisas mañaneras entraban por sorbos en el ventanal del ático. Ya a esa hora se sentía rota, fuego, violencia. ¿Por qué en esos aciagos días le solían atraer tanto las fotos en las que ella misma salía desenfocada? Tenía el carrete del teléfono lleno de ellas, por alguna razón era incapaz de borrarlas. 

Ya no tenía ganas de volver a dormir, sí más bien de un vaso de agua que le ayudara a alivianar el descalabro que tenía amarrado en la garganta. Se preguntó si marchitarse sí sería tan malo, si algún día le llegaría a tener miedo a algo más que a sí misma.  

«¿Que si quieres bailar conmigo?», le preguntaba la noche anterior ese que tenía al lado de la mesa, ese al que no le había conocido ni el nombre y quien mostraba signos de impaciencia, pero no de rendición. 

El bar se llenaba de palabrerías inconclusas y de gente bailando rock y salsa en espasmos producidos por seis grados de alcohol. Nadie parecía feliz, pero todos parecían buscando algo. O al menos eso pensaba ella mientras sorbía su cerveza y arqueaba las cejas.

El ático se llenó del sonido de los golpes de la lluvia que había empezado a caer. Eso le quitaba las ganas de llorar. Un árbol endeble y color sepia que había cerca de la ventana se bamboleaba con el viento. Ella lo miraba mojarse mientras se preguntaba qué cosas sería capaz de hacer un hombre por pasar cinco minutos con una mujer. 

Una botella de cerveza se estrelló contra el suelo, pero nadie la escuchó. El bar estaba demasiado ruidoso. Las caras empezaron a parecer más bien volutas de humo.

De vuelta en el ático se tocó el pómulo derecho. Se preguntó si aquel individuo sí cumplió su promesa de suicidarse si ella no aceptaba bailar con él.

Estiró los brazos y se levantó para ver de qué color habían amanecido las nubes y cuántos más seres humanos se habían levantado a esa hora. Se preguntó si algún hombre volvería alguna vez a golpearla en la cara.

¿Y si en el congreso hubiesen 30 uribes?

Además del Covid, lo que más se habla ahora en Colombia es el tema Álvaro Uribe.

Ahora sí, el expresidente investigado por centenares de causas ha sido destituido como senador y recluido en su finca de manera preventiva mientras se conducen investigaciones en su contra por una presunta compra de testigos junto con uno’ de sus abogados.

Las consecuencias emocionales del país alrededor de la figura de Uribe y lo que le está sucediendo se hicieron esperar muy poco: por alguna razón, Gustavo Petro aparece como el principal porcentaje en una efímera encuesta de voto para las presidenciales dentro de dos años.

También, Duque y su defensa férrea de la «honorabilidad de Uribe» ha perdido credibilidad al defender a su mentor por encima de a sus instituciones. El Centro Democrático sufre una crisis de liderazgo y, por el otro lado, un sector de las redes sociales delira con que Uribe termine detrás de las rejas sin siquiera garantía.

Los miembros restantes del Centro Democrático, los que al menos aún no han sido investigados, decidieron rendir tributo a su patriarca y en las últimas horas llenaron las sillas de la Cámara de representantes con imágenes de Álvaro Uribe, en una alusión que no tiene que envidiarle nada a las corrientes católicas de más fervor.

Surje entonces la pregunta: ¿qué pasaría sí, en lugar de un montón de sillas ocupadas por otros seres humanos, unos 30 clones exactos de Álvaro Uribe estuvieran sentados en las curules del congreso como lo hicieron sus muñecos.

Para el día siguiente a la investidura, y como medida instantánea, se unificarían todas las cortes colombianas en conjunción con el trabajo febril de Iván Duque. La misma corte, controlada por un conjunto de adeptos de los uribes, juzgaría casos selectivos y hasta dejaría pasar aquellos que no le convengan juzgar.

Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial se fusionarían, como siempre ha sido el deseo del reciéntemente llamado «matarife». Ni uno solo de los uribes caería preso ni un solo juez los investigaría, porque lo más seguro es que otro Uribe lo sacaría del apuro por medio de una comunicación de Whatsapp o de Twitter.

La casa de Nariño se convertiría en una decoración palaciega para el presidente que esté de turno y su familia, porque el rumbo del país se definiría en definitiva desde el Ubérrimo, con 30 Uribes montados a caballo ysu respectivo tinto, discutiendo por el futuro de sus venturas.

Uno de los caballos relincharía.

Acérrimas seguidoras como María Fernanda Cabal o Paloma Valencia, y fanáticos casi genuinos como El Patriota o Miguel Polo Polo se verían en una encrucijada mortal: no sabrían a cuál de todos los uribes seguir. No sabrían a cuál Uribe perseguir por los pasillos del congreso, ni sabrían a qué Uribe preguntarle cuál sería el mejor rumbo para sus vidas.

Al controlar la mayoría del Congreso, Uribe trascendería el Centro Democrático y retomaría el concepto político del partido de la U, solo que esta vez lo llamaría «Partido de la Ur».

Natalia Bedoya y Andrés Felipe Arias, de inmediato, solicitarían unirse al partido de la Ur con el argumento de que el Centro Democrático se quedó sin ideas nuevas y sin innovación.

Solo uno de los uribes se encargaría de atender a su esposa y abrazar a sus nietos, por lo que los demás se podrían encargar de las tareas mundanas de administrar las parcela colombiana.

Algunos de los sectores más radicales de la ciudadanía armada se empeñarían en mejorar su fierros y en aplicarse a defender a Uribe a punta de chalecos y minas o en atentarlo con bombas y rifles de precisión.

Algunos miembos de la oposición, puestos en una posición difícil, intentarían cazar pelea con todos los uribes pero al final no les alcanzarían las horas hábiles.

También, Daniel Mendoza agotaría las existencias de hilo rojo en todas las textileras colombianas.

Epifanía imaginaria

Escrito por Juan Basto.

Atrapado. Así me siento. Atrapado en un mundo de sensaciones, sensaciones que trascienden el plano físico y me llevan a explorar el universo de lo inimaginable. Sensaciones que a su vez me limitan a vivir encerrado en mi realidad actual.

No sé qué hago, ni para dónde voy, pero tengo la bendición de diferenciar un plano del otro y de poder decidir en cuál quiero estar.

Me descubro muy seguido inmerso en la figura femenina, recordando escenarios pasados en el cuerpo de una mujer sin cara. Supongo que es una mezcla macabra y deliciosa de todas las mujeres con las que he fantaseado alguna vez.

Tengo momentos de lucidez dentro de esas alucinaciones ensoñadoras. En ellos me asombro del perfecto detalle con el que mi mente visualiza ese cuerpo sin dueña. El cabello largo hasta la cintura, la línea que atraviesa su espalda por la mitad que, como un río, nace en su cuello y desemboca en sus glúteos.

Archivo particular.

Beso su cuello extasiado por su aroma mientras escucho esos leves sonidos de aprobación y deleite que hacen que la respiración se me acelere. Mi corazón palpita con fuerza: como si de este momento dependiera el resto de mi vida.

Perdido en el trance que me produce su deseo, empiezo a notar en su piel, el reflejo leve de una luz apaciguada por sus inseguridades y los supuestos defectos que no quiere que vea, y sus vellos erguidos como una aglomeración de personas que se ponen de pie para darle la bienvenida a ese tan anhelado contacto, tan enriquecedor y satisfactorio que incluso entrega una sensación del deber cumplido.

Toco su cuerpo con afán, no disfruto nada por querer saborearlo todo, con prisa, como si supiera de antemano que en algún momento despertaré de mi sueño y me quedaré con las mismas ganas insaciables de sentirla y satisfacerla; ese mismo cuerpo desnudo que “ella” pone ante mí con una
sonrisa llena de malicia, que me dice que puedo hacer lo que yo quiera; ese cuerpo que utiliza para llenarme el alma, para devolverme la vida y luego quitármela sin consideración.

Nos entregamos con una pasión desgarradora, queriendo fusionar nuestros cuerpos en uno. La diferencia es que yo soy un animal salvaje, sucumbo a mis instintos y pierdo conexión con mis emociones, pero ella no. Ella se entrega lento, con una armonía corporal que trae a la mente la danza clásica, enriquecida con una ingenuidad y una timidez que exhiben su vulnerabilidad, unida a unos instintos carnales y sucios que me enloquecen.

Su delicadeza me obliga a bajar el ímpetu, es una escultura que debe tratarse con cuidado para que no se arruine, me despierta un instinto protector y ahora encuentro mi propósito en la vida: poner mis cinco sentidos a merced de sus atributos, llenar de vida nuestros cuerpos mientras nos unimos con el alma.

Se llegó lo inevitable, vuelvo a la realidad. Regreso de ese viaje que deseaba eterno, y ahora las sensaciones son diferentes. Entro en un lapso de espacio vacío en el que mi mente deja de funcionar, un coma emocional del que salgo, (en todos los casos) con una sonrisa satisfactoria, donde el clímax imaginario solo se puede comparar con la imagen de un niño que acaba de hacer una travesura.

MIEL

Ella escucha la música que le retumba en los oídos y al mismo tiempo le truena en el corazón. 

Una flecha invisible intenta atravesarle la garganta, pero ella sabe que la música la salva con frecuencia si la logra mantener en la saliva.

Ojeras, cabello crespo, piel parda.

Mientras respira pesado, la lengua le empieza a saber a miel. 

Ella escucha la música que le retumba en los oídos y le truena en el corazón. 

Una flecha invisible intenta atravesarle la garganta, pero ella sabe que la música la salva con frecuencia si la logra mantener en la saliva.

Ojeras, cabello crespo, piel parda.

Mientras respira pesado, la lengua le empieza a saber a miel. 

RECOMENDACIÓN DEL AUTOR* leer mientras se escucha esta canción: HONEY.

«No hablamos en meses, lo divertido no divierte. Apenas sí como algo ahora, ya no lloramos para dormir».

Ella se concentraba en ponerle ritmo a una respiración perdida, el sabor de la miel en la lengua le decía cómo moverse.  

«Hay algo que puedo intentar. Este trago sabe mal. No es como en nuestras noches borrachas. No como en las noches borrachas. No en meses, lo divertido no lo es, apenas sí como. Y no lloramos para dormir.

¿Todavía crees que soy graciosa?

¿Dime linda tú me amas?

Soy mariposas. Sé que las sientes en el vientre. 

Y dueles, picas como abeja. Pero todavía eres mi miel. Miel, miel, miel. Aún mi miel y picas como abeja».

A ella se le descomponían los músculos de los brazos, de las manos, de las muñecas, de los dedos. Peleaba contra sí misma para no verse llorando. 

«Hiciste de mí un desastre. Me mostraste cosas que no podía ver. No sabías lo que eso me haría. Me hiciste un desastre». 

Huracán en el lugar de los hechos.

Un humo blanco invade la discoteca negra. Los sentidos se le alteran tan a los extremos que se encuentran en el centro. Llora riendo.

«Encerrando labios. Estamos en Jersey entonces mueve tus caderas. Muéstrame toda esa confianza. Mi pureza es prominente. Y esta es mi dominancia sofisticada.

Y yo he estado corriendo, corriendo en puertas giratorias. Y es tan maravillosa, despampanante, increíble. Lo puedo ver salir de sus poros.

Y ya no hay nada para mí. Nada para alguien como yo.

Amor, mariposas, abejas, miel. Miel. Miel. Miel. Abeja. 

Una más, mujer, dime una mentira más. Una oportunidad más antes de entregarte al mundo. Dime de verdad qué quieres hacer. Mujer, tengo que saber.

No quiero contenerte más, no con este amor». 

Ella recordaba a qué le sabía la boca cuando, semanas antes, lograba sonreír. 

«Sabes que odio cuando te volteas. Sabes que odio cuando te hablan. No tiene que ser lo que tiene que ser. Voltéate y solo baila conmigo. 

(vis)

Ahora es cuando luces como que yo tengo el control. Entre más rápido voy, más tu gimes. 

A la izquierda bailar, a la derecha bailar».

«Sálvame el último baile. Guárdamelo. Desperdicié mi última oportunidad. La desperdicié. Salvámelo, la desperdicié. Mi última chance.  

(vis)

¿Todavía crees que soy graciosa? Dime, tú, ¿me amas?

Mariposas.

Vientre».

El reloj nunca se iba a acabar.

Medellín en 100 palabras

Una vela se enciende en diciembre por los difuntos

Un pregón se grita para aliviar los dolores de pies en Berrío

Las flores de la ladera del Pan de Azúcar se arropan con una extraña lluvia horizontal

Dos hermanas rezan nueve rosarios en el Verbo Divino

Cuatro guitarras van al unísono en el Málaga

Un grafitero termina de pintar la paz en un muro de La Trece

Un sordo canta bien todas las notas en un Circular Sur

La sal de un mango se revuelve a bordo de los hombros de un señor con sombrero

Medellín florece, revienta.

Una tarde de abril

Escrito por Juan Pablo Pineda Arteaga.

Siempre he reconocido que soy un sujeto nervioso. Quizás demasiado nervioso para ser un hombre de tan poca estatura. Pero si en mi cuerpo pequeño caben tanto sarcasmo y tanto humor, no es extraño que quepan también tantos nervios y cobardía.

Este no es un cuento, sino una confesión, y aunque ningún cura va a absolver mi alma por escribirla, puedo asegurar que mi espíritu queda tranquilo y salvo. No necesito una bendición en latín para estar cómodo y sentir que las cosas estarán bien. Creo que estarán bien y podré dejar un poco atrás ese miedo perenne que me atrapa. Pero estoy divagando, y no deseo hacerlo más.

Esta confesión puede ser leída en clave de relato, porque jamás se revela un hecho sin narrarlo un poco:

Era una tarde rojiza de abril, un día fresco que estaba llegando a su cénit y que arrastraría pronto a la noche para que el decorado cambiara y las estrellas aparecieran contadas. A mí el sudor me comenzaba a indicar que estaba temeroso. Me sudaban las palmas de las manos, y una gota hacía exploración entre mi nuca y mi espalda a una velocidad admirable.

También me temblaban las rodillas, dirigidas por el movimiento indefinible de mis pantorrillas. Mis manos no querían estacionarse tranquilas, y de ellas en especial los dedos, que parecían pugnar.

Yo estaba sentado en una banca del parque, pero mi cuerpo quería pararse y correr los kilómetros que ella demorara en llegar.

Trataba de calmarme escuchando esa vieja canción de Calamaro y sus Rodríguez que un buen maestro me enseñó en 2011, en aquella época cuando los adultos me comenzaron a decir que la vida era ya de verdad, que se habían terminado los dos descansos entre clases y también los uniformes de gala y deporte. Desde ese año yo era mi responsabilidad.

Cantaba Andrés que él creía saber cómo hacer para resistir el tiempo y olvidar el dolor. Yo no sabía cómo, y cada segundo de tiempo me dolía en ese momento.

Dos días antes de todo esto, ella me había enviado un mensaje que yo esperaba para después, quizás incluso para jamás. Ella se había ido del país y yo aguardaba que regresara algunos calendarios después.

Pero no puedo mentir y decir que no me alegré. Dos años y medio habían sido demasiados días sin mirarle los ojos y saber que el mundo aguardaba en allí, y que el futuro era la rima de su mirada y su sonrisa. Yo había aceptado su partida con resignación, porque sabía que ella necesitaba irse.

No era fácil saberlo, pero su felicidad valía más. Y aunque el mundo es grande, no es tan enorme para aceptar no volverla a ver jamás.

Yo la esperaba para algún enero lejano, pero había vuelto en este abril inminente. Sin duda la vida es inminencia.

Sí, la vida es inminencia y un juego de sorpresas caprichosas. Ya ella había vuelto, y yo la esperaba sentado en ese parque, con mis nervios y la vista de una tarde majestuosa e impresionista.

Quizá pareciera algún atardecer de Monet, aunque las figuras de la gente más semejaban ser obra de Renoir.

Era una mezcla extraña de artistas franceses lo que veía allí mientras aguardaba. Además aquella Medellín, aunque la tarde era hermosa, lucía más como el lienzo de una obra de Munch y su expresionismo. Yo veía aquel ambiente como un paisaje de los impresionistas galos, pero realmente me sentía como en El Grito.

Aquella hora rojiza me recordaba el color de su piel y su cabello, que seguro resaltarían en el contraluz de la tarde y darían una imagen inefable, imposible de pintar o narrar en un poema, pero más aun imposible de olvidar.

La imagen de María se queda contigo y te abre los ojos cuando se te cierran. Dos años y medio no fueron suficientes para la pretensión de no recordar un solo centímetro de ella.

Seguro había regresado más bella y su figura le seguiría arrebatando belleza al cielo rubicundo de aquel día engalanado. ¡Dios! Cómo me temblaban las piernas pensando en verla sonreír y encajar su cabecita entre mi hombro y mi cuello. Cuánto deseaba pasar mis yemas por su espalda para saber que sí estaba ahí, y que mi imaginación sería futura y no presente, que estaba abrazando su cuerpo, su presencia, que ella estaba conmigo.

La primera vez que la vi, ella vestía una falda negra que mostraba sus muslos majestuosos, usaba una blusa blanca, tenía el cabello suelto que jugaba con sus hombros y una lágrima le recorría su mejilla muy despacio. Sus hermosos ojos estaban encharcados, pero aun así esa mujer desprendía una belleza que no puedo explicar.

Recogí los libros que había dejado caer y se los devolví. La convencí de caminar conmigo. Ese día la hice reír, no sé cómo, y noté que su sonrisa es hermosa. Se lo dije. Sonrió de nuevo y sus cachetes se ruborizaron como el cielo de esta tarde. Esa es una imagen que he guardado en el cajón principal de mi memoria, para no perderla jamás. Yo sonrío con su sonrisa.

Aceptó seguir saliendo conmigo tras un par de semanas, todo conversando. Fuimos a cine varias veces, intentó enseñarme a bailar y me perdonó por fracasar, vimos las estrellas tirados en la grama de una montaña pequeña, miramos a los pájaros volar, observamos a la ciudad desde su ventana, y me tomó la mano.

El primer beso fue magistral. Nuestros labios encajaron como si hubieran sido hechos para ello, y los movimientos de su cuerpo y el mío se entendieron como debían, y sé que el mundo desapareció en ese instante y que yo me resumí en ello. El beso terminó y la sonrisa que llegó fue el preludio del beso que vendría.

A ella nunca le molestó la luz, y yo a veces abría la cortina temprano para ver cómo el sol resaltaba en su cuerpo dormido. Esa era la imagen del día perfecto desde la mañana.

Amaba la forma en que cantaba, en que reía, en que lloraba, increpaba y gemía. Amaba también su forma de enojarse; parecía un cartoon de la televisión, con los pómulos rojos de ira, los brazos cruzados y la mirada asesina. Es bella, simplemente bella. Por eso mis ojos se han perdido siempre en su ser.

Peleábamos poco a veces y mucho a ratos. Ella sufría, aunque no por mí.

Las cosas en casa eran duras, y lloraba con el corazón acongojado. Yo la abrazaba, la besaba y le contaba algún chiste. A veces funcionaba. Otras veces no. En esos momentos yo optaba por sentarme a su lado y decirle
con la mirada que estaba para ella.

Fueron dos años juntos felices. Yo la quería y ella me quería. Aún la quiero. Es obvio para ustedes. Es obvio para mí. Es obvio para ella. Por eso estaba sentado en ese parque mirando las nubes, con el cuerpo tratando de asesinarme por cobarde. Quería verla otra vez, besarla y dejar pasar el mundo. Se había ido porque necesitaba buscar algo que no encontraba aún.

Se fue para dejar de llorar en su casa y hacer que el mundo le fuera menos grande y lejano. Me dijo que no quería que la olvidara, pero que no se opondría si sucedía. Le dije que ella también podría olvidarme. Ambos lo sabíamos. Yo no esperaba olvidarla. Ella nunca prometió nada.

Pero, dos días atrás, llegó un mensaje que decía: “El sábado en el parque de nuestros sábados. María.”, y mis ojos le avisaron a mi corazón que debía acelerar, y a mis nervios que era hora de aparecer. No sabía qué ponerme para verme decente, ni qué decir para saludarla.

¿Sería correcto besarla? ¿Habría venido por mí, o sería otra despedida? Pensé de nuevo en eso y mis piernas temblaron a la velocidad de un infarto.

En el parque un niño jugaba con burbujas, un anciano le hacía jaque mate a un muchacho y un matrimonio alimentaba a las palomas. La tarde era ya más oscura que roja.

Eran las 6:21. Ella dijo que a las 6:00. Asumí que no vendría. Decidí partir. Me paré de la banca, recogí el regalo que había llevado y un cálido ‘Hola’ me sentó de nuevo.

Giré la cabeza y la vi. Con su falda negra, su blusa blanca, su cabello hermoso y su sonrisa pura, la vi una vez más, en una tarde de abril.

Caterine Ibargüen, la atleta que pudo volar por encima de la violencia

Caterine Ibargüen es la mejor atleta del mundo del año 2018. Así la nombró la Federación Internacional de Atletismo gracias a que consiguió doce títulos, un segundo puesto y un tercero a lo largo del año. Es la primera vez que la antioqueña gana este premio, después de haber sido nominada cuatro veces en los últimos cinco años. Cuando recibió el premio, en Mónaco, dijo que lo dedicaba a su familia y a Colombia.

La campeona de salto triple, como otros deportistas talentosos del país, viene de una zona donde el conflicto armado pegó duro. Caterine nació en 1984 en Apartadó, un municipio del Urabá antioqueño que aún hoy sigue bajo el acoso de la violencia. Creció en el Barrio Obrero, también conocido como La Chinita, una invasión de 5.000 casas que aún no tiene carreteras pavimentadas, y que es recordado por la masacre cometida por las Farc en 1994, cuando asesinaron a 35 personas señaladas por ellos de ser desmovilizados del EPL (Esperanza paz y Libertad).

Ella misma describe su infancia como “una pobreza feliz”. Para esta época el poder paramilitar crecía en el Bajo Cauca y en Urabá, mientras que en la misma región comenzaban las disputas entre el EPL y las Farc.

Las dificultades económicas hicieron que William Ibargüen y Francisca Mena, padres de Caterine, decidieran separarse y buscar trabajo lejos de Apartadó. A Caterine (quien entonces tenía 7 años) y a su hermano mayor los dejaron bajo la tutela de doña Ayola Rivas, la abuela. A esa edad la hoy campeona soñaba con ser bailarina. Sin embargo, como era tan alta se destacó primero en deportes como el voleibol, el baloncesto y, claro, el atletismo.

Foto: cortesía

Corrió en las pistas de Apartadó y participó en campeonatos departamentales, hasta que un entrenador la “descubrió” en 1995. En 1996, con 12 años, Ibargüen ya se había ido a Medellín a comenzar una carrera deportiva.

Hoy, además de dos medallas en Juegos Olímpicos (una de plata en Londres 2012 y una de oro en Río 2016), una racha de 33 victorias consecutivas entre 2012 y 2015 y varias medallas más, Caterine también es enfermera graduada con honores de la Universidad Metropolitana de Puerto Rico.

Apartadó es epicentro de conflicto y resiliencia

Caterine se fue de su municipio en 1996, menos de dos años después de que sucediera la masacre de La Chinita. Sin embargo, ese no sería el único hecho de violencia que se relacionaría con su tierra. El 19 de febrero de 2000, paramilitares del frente Árlex Hurtado del Bloque Bananero se tomaron el corregimiento de San José de Apartadó, perteneciente al municipio del mismo nombre. Allí señalaron a siete personas de pertenecer a las Farc. Cinco de ellas terminaron muertas y las otras dos malheridas.

Debido a este hecho y a la persecución que sufrió la comunidad de San José de Apartadó, sus habitantes se cansaron del conflicto. En diciembre de 1997, el corregimiento se autoproclamó como una Comunidad de Paz, para convertirse en un lugar neutral para con todos los actores del conflicto y buscar prohibir la entrada de armas en su territorio.

Cinco años después, el 21 de febrero de 2005, otro grupo paramilitar comandado por alias ‘Don Berna’,  con la ayuda de miembros del Ejército, ejecutó al campesino Eduardo Guerra y a su familia mientras iban hacia a la vereda Mulatos. Todos estos hechos victimizantes son los más conocidos, pero están lejos de ser los únicos.  En su informe Basta Ya de 2013, el Centro Nacional de Memoria Histórica identificó a Apartadó como el municipio más golpeado por la violencia en toda Colombia. No es gratuito que la sede de la Unidad de Víctimas de Antioquia esté ubicada allí y que el 54 % de su población sea víctima del conflicto.

“En Apartadó somos alegres, por eso las mujeres son divinas (…) No tengo experiencias amargas en mi vida”, aseguró alguna vez Caterine Ibargüen. En 2013, cuando ya era una atleta olímpica, Ibargüen volvió a Apartadó para reencontrarse con su comunidad y fue recibida como una heroína.

Gonzalo Giraldo, quien era el alcalde de Apartadó en 2013, dijo durante la visita que Caterine “es el modelo para muchos niños nuestros que quieren salir adelante a través del deporte”. Otro habitante de Apartadó, Álvaro Paredes, también le dijo que “usted es la mejor embajadora de Urabá. Que nos sigan conociendo en el mundo por usted y por los deportistas (…) Ojalá, a partir de hoy, que no nos vuelvan a reconocer por hechos de violencia que quedaron en el pasado”.

Ibargüen, sonriente, también se dirigió a la comunidad en aquella ocasión: “Que la gente apueste a nosotros. En Urabá sí se puede. Que crean en la niñez, que crean en el talento que hay aquí. Hay que apostarle al deporte, y sin dejar la educación”.

Tres años después de ese homenaje, Caterine ganaría su primera medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Hoy es la mejor atleta del mundo y Apartadó sigue celebrando a su lado.

Texto publicado en https://pacifista.tv/notas/caterine-ibarguen-conflicto-armado/ el 5 de diciembre de 2018.

La Unión Patriótica está de vuelta en el Congreso para repararse del exterminio

Tuvieron que pasar 24 años para que un miembro de la Unión Patriótica volviera a sentarse es una curul del Congreso colombiano. 

“Hace más de 20 años la Unión Patriótica no estaba en el Senado ni en la Cámara de Representantes. Muchos de ustedes conocerán la tragedia que se vivió”. Estas fueron las palabras iniciales del primer discurso de Aída Avella como senadora de la República, 22 años después de que tuvo que marcharse del país para esquivar el exterminio político más grande de la historia colombiana.

La Unión Patriótica surgió a mediados de los años ochenta como consecuencia de los acuerdos de paz que firmó el gobierno de Belisario Betancur con las Farc en La Uribe, Meta. Varios frentes desmovilizados –entre los que también estuvo uno del ELN– se unieron con distintos sectores de trabajadores, sindicalistas e intelectuales de Colombia para conformar un partido político de izquierda que se convirtiera en oposición.

El partido creció en popularidad y votos en poco tiempo, y se instaló en el mapa político. Para 1988, el movimiento tenía elegidos tres senadores, cuatro representantes a la Cámara (incluído Iván Márquez, uno de los líderes de las antiguas Farc que se negó a posesionarse el pasado 20 de julio en su curul alegando incumplimientos al Acuerdo de Paz), 18 diputados, 368 concejales y 114 alcaldes entre propios y con coaliciones con otros partidos.

En este escenario, la Unión Patriótica representó una piedra en el zapato para ciertos sectores, porque en sus dos primeros años de existencia fueron asesinados más de 300 de sus miembros, incluyendo a Jaime Pardo Leal, quien había obtenido el tercer lugar en las elecciones presidenciales de 1986, en representación de este partido.

“Pero venimos aquí a contribuir a que esto no se vuelva a repetir”, seguía Aída Avella. “Encontramos 323 asesinatos a líderes sociales desde el momento en que se firmaron los Acuerdos de Paz. Queremos solicitar fecha exacta para una citación y para la discusión que vamos a hacer (al respecto)”.

Avella fue la única integrante de la UP que salió elegida al Congreso en las elecciones del 11 de marzo, después de que 57.165 votos le otorgaron una curul como senadora. Actualmente, la Unión Patriótica es uno de los partidos que integra la Lista de la Decencia –junto con MAIS, Colombia Humana y la ASI–, y que bajo el liderazgo de Gustavo Petro, promete ser una de las grandes fuerzas opositoras del gobierno de Iván Duque y sus bancadas aliadas.

Como Avella lo anunció, el tema de asesinato a líderes sociales, puesto en la mesa por la Unión Patriótica, va a protagonizar el primer debate de control político que se va a hacer en la presente legislatura.

Noche en Salamanca

De repente estamos inmersos en una maraña de piernas, vasos y luces nocturnas. La ironía intensa de ser protagonista del caos que se vive, y el ensueño notable que producen las sensaciones nocturnas, dan a entender que aunque sea el mismo bar, la misma persona o la misma noche, nunca será el mismo momento. No en esta ciudad.

La cronología de salir de noche en Salamanca, en los meses de agosto a abril, que es cuando la ciudad está más llena, tiene que empezar obligatoriamente por una aceptación abierta al frío. Porque cuando lo que queda de sol es poco, 8 de cada 10 veces la temperatura bajará más que en todo el día y quedarse en casa será una opción saludable.

Pero no vinimos acá a encerrarnos con calefacción, sino a disfrutar de lo adverso o benévolo que sea el clima. Entonces hay que taparse bien, no quedarse demasiado tiempo entre sitio y sitio y estar dispuesto a quitar y ponerse el abrigo en cada entrada y salida de cada lugar.

Luego hay que ir a llenar un poco el estómago. Digamos que hoy anocheció a las 7:35 p. m. y que son ya las 10. La ciudad, a esta hora, tendrá las puertas abiertas para todo el que quiera empezar su noche comiendo, y le asegura que no se quedará solo en su cruzada de entretenimiento. Mil cosas para hacer.

Porque la cultura aquí dicta que no se sale de noche para quedarse en un solo lugar, pues no se está en uno solo ni para comer, ni para tomar, ni bailar ni para nada. 

Hay que hacer una ronda por la mayor cantidad de bares que se pueda y tratar de disfrutar lo mejor de cada uno. A lo que son las 11 o 12 de la noche los bares están llenos de personas de todas las edades y grupos sociales -incluso familias- tomando cerveza (refrescos los menores), conversando con los vecinos, viendo caras nuevas y tratando de recordar caras desconocidas.

Se ve que todos tienen algo en la boca: algo para decir, algo para tomar, algo para comer. Al no ser restaurantes, los bares en España no ofrecen entradas, primeros y segundos platos, sino pinchos y tapas. Son bocados pequeños, concisos, compuestos en su mayoría por pan, embutidos y algún vegetal. Son preparados por montones –cientos, incluso, dependiendo del local- desde las horas de la mañana, pues en la noche la demanda es altísima.

Sus acompañantes, por lo general, son una cerveza o un vino tinto.

Pero ya es hora de irnos. Una hora es demasiado tiempo para quedarse en un solo bar. Justo cuando el cuerpo por fin llegó a una temperatura cómoda hay que obligarlo a volver a salir. Abrigo y pa´ afuera, que hay mucho por hacer. Y esta acción hay que repetirla todas las veces que la noche exija. Es la una de la mañana en el reloj de la plaza mayor.

Cada lugar, cada bar, cada espacio al que vamos es dueño de un sinfín de situaciones y casualidades alternas, miradas, pasiones y discordias.

Las gentes se estrechan donde pueden y se envuelven en una palabrería y un aliento común que se levanta por encima de las mesas al ritmo de una música con volumen no muy alto. A medida que cada persona muerde, gesticula, va al baño o pide algo, la noche va transcurriendo con una parsimonia rebelde, rehuyendo a dar por terminadas las conversaciones demasiado pronto.

Pero aun así la noche muta, porque no todos están dispuestos a seguirle el paso hasta el amanecer.

Cuando ya van siendo las 2 o 3 de la mañana, los sitios van cambiando el Rock por el Dancehall y el Reggaetón, y a los pinchos y tapas por los chupitos y tragos. La noche varía en función, por ejemplo, de que temprano se ve a un señor solitario que ve un partido de fútbol y se cambia 7 veces de mesa mientras se toma una Coca Cola, y luego se ve su sitio ocupado por 7 madrileños que, borrachos, celebran una despedida de soltero y me preguntan por un tal Ernesto Oliveira de Colombia.

Poco a poco la calle va se queda vacía: algunos se van a dormir y otros empiezan a irse para otros lugares.

Los mayores se entran –casi que se encierran- y le entregan la ciudad a una juventud menor de 25 años, que se asienta y va a bailar en lugares en general no aptos para claustrofóbicos o para las rodillas de los ebrios al bajar escaleras.

Estos ratos también son de paso, de índole fiestera y con un volumen de música alto.

La gente va y se toma algo mientras va entregándole sus facultades motrices a la suerte. Poco a poco la noche se perfuma también de tabaco y sudor, y aunque su peligro radica en la posibilidad de una catástrofe debida al alcohol y los malentendidos, se ve a la mujer con muletas saludando o a toda la gente a su alrededor, se ve al galán frustrado diciéndole cosas a la que tiene novio, se ve el abrazo del borracho a punto de caerse y el ya caído que a los 10 minutos vuelve a bailar.

Ya no se sabe a ciencia cierta dónde empezó la noche y mucho menos dónde esta va a acabar.

Hacemos parte de un caos que ya es tan rutina que no es peligroso. Gozo, baile, canto, brindis, insultos, besos, borracheras temporales y prendas permanentes.

Son muchas las botellas, los bares y las almas de la fiesta. Nos cogieron las 5 de la mañana y estamos en un profundo descontrol regido por las ganas de un buen rato. Estamos caminando con desconocidos, les mostramos nuestras vidas distintas y los sostenemos para que no se caigan. Vamos para algún otro lado.

En estas calles, en estos bares, el amor, la fiesta y el desengaño van de un sitio a otro a paso ligero.

Publicado en https://alponiente.com/noche-salmantina/ el 19 de abril de 2015.

Ámsterdam

Uno no ha visto todo si no ha visitado Ámsterdam. Esa ciudad puede ser la madre de las sorpresas. Ámsterdam se presta para ser la capital cultural y turística –si bien no económica- de la próspera y fluvial Holanda, la de la gente cachetona y feliz. Este lugar del queso y del ocio tiene aire de campiña, recodos estrechos y más bicicletas que seres humanos. Es contigua al Mar del Norte, colorida, y entre más en el centro se está, más se percibe el espectáculo de los canales de agua, que mojan la ciudad con una elegancia tranquila.

Sus edificios, excepto los empresariales y los históricos, son bajos, sin ascensores, con ventanas hacia la calle y de hormigón limpio o ladrillos rojos, marrones y morados. Las estancias son estrechas e íntimas e igualmente efímeras, porque la mayoría de la vida está afuera. Eso sí, es muy fácil perderse porque las calles se tuercen con facilidad y conducen a rumbos imprevisibles, pero tal vez la verdadera razón es que hay tanto con que distraerse que no es fácil pensar en el camino. Aunque los mapas son precisos, las vitrinas, el aire y la gente de Ámsterdam son más interesantes. Había que caminar pa´ donde fueran los pies.

Caminé entonces, seguramente en círculos repitiendo paisajes durante  varias horas, y ya entonces era evidente que nunca en mi vida nada me  había rodeado de la manera en la que esta ciudad lo hacía. Tulipanes,  rastas, pájaros naranjas, barquitos, semillas de cannabis, parrillas  argentinas, fútbol, hongos, calles sin salida, juguetes sexuales, ancianos  felices, almuerzos al lado del río Ámstel, cervezas gigantes, coffee  shops y varias etcéteras. Todo se metía por los ojos y por la nariz con  una velocidad alarmante, y los prejuicios que arman las películas e internet se caen rápido, porque la verdad es que la realidad es mucho más intensa.

Era bien extraño. El origen de tanta dinámica en un modo tan armonioso y pasivo era invisible para mí. Había que caminar despacio para no contrariar el ritmo de la multitud o rápido para dejar pasar al tranvía o a las motos. Había que “ignorar a los dealers callejeros” según la publicidad del gobierno y sonreírle a las prostitutas por simple amabilidad. Era necesario, por puro sentido común, cerrar la boca y abrir los ojos.

En esas llegó un tipo a decirme en inglés que era una persona sin hogar (habitante de calle) y a pedirme cualquier dinero. Pero yo no podía creer que fuera bilingüe y le hablé de otras cosas. Él me contó a mí de su situación con más gruñidos que sílabas, pero lo más decepcionante fue la cara de júbilo que se le vio al oír que yo era colombiano, porque pensó que si yo no tenía a Pablo Escobar en un bolsillo por lo menos traería uno o dos gramos de su cocaína. “Cocaine!, Give me cocaine! Escobar!”, decía, y hasta ahí llegó la conversación. La lluvia blanca que hicimos caer los colombianos en buena parte del mundo, vuelve ahora a nosotros en forma de prejuicios. Ojalá alguien alguna vez absuelva a Colombia de sus pecados.

En fin, a nadie le gusta ser un estereotipo. Y me imagino que a esta ciudad tampoco. Las drogas, el sexo y la gente de Ámsterdam apenas sí contrarían a la tranquilidad profunda de este lugar.

Salí de noche a ver sus luces pálidas, me moví en los suburbios para ver el campo y fui al barrio rojo a ver el placer negociado. Poco a poco la mente recoge evidencias de lo que llaman choque cultural, pero ahora era casi cataclismo cultural. Es la Europa de dinero, de sociedades avanzadas, y de milagros de la ingeniería. En este lugar lo más feo es bonito. En la mañana un grupo de amigos con un menú de doce tipos de marihuana, en la tarde unos campos verdes y profundos con máquinas que sacan flores y maíz de la tierra, y en la noche una prostituta morena de proporciones elefánticas que solo saluda y sonríe. Y más, hay que ir a Ámsterdam.

Texto publicado en https://alponiente.com/amsterdam/ el 11 de mayo de 2015.

Álvaro Uribe es investigado por Chiquita brands

Es investigado por presunta omisión de cuando fue gobernador de Antioquia (1995-1997).

Chiquita Brands es una de las 439 empresas que desde 1971 participaron en el conflicto armado colombiano. Con la participación nos referimos a crímenes de guerra, construcción de salas de detención, tortura o exterminio, narcotráfico, explotación, financiamiento de grupos armados y asesinatos. Todo esto tiene que ver con violaciones graves a Derechos Humanos.

La compañía bananera estadounidense que operó en el Urabá antioqueño es investigada por los asesinatos de al menos 4.335 personas (incluidos miembros de la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano), la desaparición de 1.306, el desplazamiento de 1.675 y la persecución contra sindicalistas. Todo esto ocurrió entre 1995 y 2004, con ayuda de grupos paramilitares como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Toda esta información fue aportada por la Fiscalía General.

Mientras los directivos de Chiquita querían proteger sus rutas de comercio, darle seguridad a sus trabajadores y convertirse en la empresa más lucrativa en el negocio del banano, las autodefensas buscaron en esta empresa una forma de ganar dinero para sostener su organización y expandir el control en nuevos territorios. Por cada caja de banano exportada, Chiquita pagaba tres centavos de dólar a las AUC.

Por esta razón, la Fiscalía llamó a juicio a 13 exdirectivos de Chiquita como “posibles autores responsables” de concierto para delinquir agravado. Entre los acusados hay representantes legales, miembros de la administración y presidentes de la compañía, entre colombianos y extranjeros.

Aunque Chiquita ya compareció ante la justicia de Estados Unidos y pagó una multa por 25 millones de dólares, la investigación que se está llevando a cabo tiene que ver con los pagos que se hicieron en Colombia entre Chiquita y las autodefensas, pagos de por lo menos 1,7 millones de dólares que los mismos Salvatore Mancuso y Carlos Castaño (exjefes de las AUC), admitieron haber recibido.

De acuerdo con las autoridades, los dineros se los entregaba Chiquita a los paramilitares o por medio de un intermediario: las Convivir de Antioquia Papagayo y Puntepiedra.

¿Complicidad de Uribe y de otros exgobernadores?

Las Convivir fueron organizaciones de vigilancia y seguridad que se crearon para que la ciudadanía tuviera derecho a defenderse ante “la amenaza guerrillera”. Las autorizó el gobierno de César Gaviria y funcionaron durante el de Ernesto Samper (1994-1998). Los integrantes de las Convivir tenían derecho a portar armas y equipo de comunicación del Ejército.

Álvaro Uribe, como gobernador de Antioquia, fue uno de los políticos que más defendió las Convivir en su momento. Y aunque estas fueron organizaciones autorizadas y que funcionaron dentro de un marco legal, están relacionadas con violaciones a derechos humanos y tuvieron nexos con paramilitares, como se dio en el caso Chiquita. Por esta razón, la Fiscalía llamó a investigar a exalcaldes, exsuperintentes de vigilancia y exgobernadores de Antioquia que estuvieron en estos cargos entre 1997 y 2004. Es aquí cuando aparece el nombre de Álvaro Uribe Vélez, y los de los exgobernadores Alberto Builes Ortega y Aníbal Gaviria Correa.

De acuerdo con la Fiscalía, estos exgobernantes van a ser investigados por posible omisión al no hacerle seguimiento o control a las Convivir en su momento. La Fiscalía investiga las licencias que los gobernadores de la época les otorgaron a las Convivir para su funcionamiento o las personerías jurídicas que les dieron, cuando éstas, como se demostraría más adelante, no cumplían con los requisitos legales. Como ya mencionamos, las Convivir tuvieron relación directa con grupos paramilitares, y dos de ellas habrían sido intermediaria de pagos entre Chiquita Brands y las AUC en Antioquia.

Por ahora no se han conocido pruebas que involucren a Álvaro Uribe ni a los otros políticos mencionados con este caso, pero lo cierto es que existe una conexión entre el expresidente y Chiquita. Un cable revelado por National Security Archive —organización que se dedica a publicar documentos de inteligencia estadounidense—da cuenta de que la multinacional bananera financió a Uribe en 1994 para su campaña a la Gobernación a través de la Compañía Frutera de Sevilla, filial de Chiquita en Colombia:

El documento reseña un pago de 5.935 dólares a la campaña de Álvaro Uribe, y otro de 2.374 a la de Alfonso Núñez, su candidato oponente para la Gobernación de Antioquia. | Fuente: National Security Archive

El otro documento que podría vincular a Álvaro Uribe con este caso pertenece a un expediente judicial de Estados Unidos. En él, de acuerdo con el relato de un testigo, se habla de una presunta reunión que existió entre Reinaldo Escobar de la Hoz (abogado de Chiquita y uno de los 13 acusados por la Fiscalía) y Álvaro Uribe. En esta reunión, en la que también habrían participado varios comerciantes bananeros, se le habrían expresado a Uribe varias preocupaciones por las violaciones contra los derechos humanos por parte de las Convivir. También, según la investigación, en este encuentro se podrían haber discutido los pagos de Chiquita a las Convivir:

Traducción: “De acuerdo con Escobar, abogado de Banadex (filial de Chiquita Brands), él recibió un paquete de documentos que envió a Hills (testigo) luego de una reunión con comercializadores de Banano y Álvaro Uribe, gobernador de Antioquia en ese momento. En esta reunión, Escobar expresó la preocupación de Chiquita sobre la legalidad de las Convivir y las denuncias de algunas ONG sobre violaciones de Derechos Humanos. Como resultado, el gobernador Uribe le dijo a Pedro Moreno, secretario, que le enviara a De la Hoz unos documentos sobre las Convivir que ya se le habían enviado a varias ONG”. | Fuente: National Security Archive

No se sabe si el pago de Chiquita está relacionado de alguna manera con las Convivir, o si esta reunión fue real, pero Uribe ya se pronunció para defenderse del llamamiento que le hace la Fiscalía. En un comunicado publicado en su página oficial, el senador reconoce que apoyó a las Convivir por ser un “factor de eficacia y transparencia en materia de seguridad”, y aseguró que como gobernador canceló la personería jurídica de cuatro Convivir, y que vigilarlas no estaba a cargo de él como gobernador sino de la Superintendencia de Vigilancia del Gobierno Nacional.

También, desde su cuenta de Twitter, Uribe escribió varios trinos en los que desestimó su posible participación en este caso. Escribió que le tendrían que probar “la infamia según la cual yo le habría dicho a bananeros o a alguien que le pagaran a los paramilitares”, y que realizar 90 denuncias, consejos de seguridad, y haber mantenido comunicación con militares y con las cortes desde la gobernación son hechos que demuestran que de su parte no hubo omisión.

El nombre de Uribe aparece en por lo menos 186 investigaciones judiciales, pero hasta ahora no ha sido condenado por ninguna de ellas. Para el caso Chiquita, la Fiscalía tendrá la última palabra.

Texto publicado en https://pacifista.tv/notas/el-nuevo-dolor-de-cabeza-de-alvaro-uribe-tiene-el-sello-chiquita-brands/ el 4 de septiembre de 2018.

Las ideas

Las ideas se mueven, se fortalecen, mutan.
Las ideas son cambio y energía: una revolución pequeña.
Las ideas se van y vuelven con más fuerza. Las ideas impulsan.

Pero, más que cualquier cosa, las ideas se reproducen.

Porque una idea nunca es del todo inédita pero tampoco compartida.
Porque compartir ideas es ya estar llevándolas a cabo.
Porque una idea bien transmitida es un mundo distinto en potencia.

Esta es la educación, este es el progreso.

Texto publicado la página de Estratósfera el 4 de abril de 2016

CINCO REVELACIONES DE LA MASACRE DE SEGOVIA, ANTIOQUIA

Se cometieron crímenes contra una población civil indefensa. La razón de fondo: exterminar a la Unión Patriótica.

El 11 de noviembre de 1988, hace 30 años, sucedió una de las peores masacres de la historia del conflicto armado colombiano. Ese día, un grupo de paramilitares ejecutó un plan de exterminio en el municipio antioqueño de Segovia. El episodio dejó al menos 46 muertos y 45 heridos. La inmensa mayoría de las víctimas fueron civiles.

La masacre ocurrió un viernes de un fin de semana festivo, tres años después de la conformación del partido político Unión Patriótica, que nació de los Acuerdos de Paz de las Farc con el gobierno de Belisario Betancur. A este movimiento se le unieron líderes sindicales, defensores de Derechos Humanos y colectivos sociales. La UP ganó la Alcaldía de Segovia  y 6 de 10 curules del Concejo municipal en las elecciones de 1988. Esta victoria política incomodó a Fidel Castaño, terrateniente de la zona, quien había jurado vengar la muerte de su padre, ejecutado por las Farc. Castaño conformó un grupo de hombres armados y atacó Segovia en uno de los primeros atentados paramilitares del país.   

Financiados por el narcotráfico, los paramilitares tuvieron acceso a armas, uniformes y entrenamiento militar. Llegaron al pueblo con listas y ejecutaron asesinatos selectivos de personas desarmadas. El objetivo era eliminar a todos los simpatizantes de la Unión Patriótica. Además, de acuerdo con investigaciones judiciales, los agentes de la fuerza pública que custodiaban Segovia permitieron el ingreso de los paramilitares al municipio. 

Las siguientes son cinco razones por las que ni Antioquia (ni Colombia en general) puede olvidar lo que sucedió aquel día, y mucho menos permitir que se vuelva a repetir:

Se cometieron delitos de lesa humanidad

La forma de la masacre de Segovia introdujo una nueva forma de atentado en nuestro conflicto: el asesinato a sangre fría. No en combate, y no en las profundidades de las selvas, sino en cascos urbanos. Asesinatos selectivos, atentados grupales. En el caso de Segovia, los paramilitares llegaron al pueblo y asesinaron a individuos cuyos nombres estaban en una lista. Les dispararon sin posibilidad de tregua o diálogo. Entraron disparando a casas y establecimientos, y también dispararon en la calle a personas que no tenían nada que ver con política. 

El extermino dejó, además, al menos 45 heridos y centenares de víctimas en los familiares de los fallecidos. La masacre de Segovia es recordada como un episodio muy oscuro de nuestro conflicto armado. También introdujo otro actor a él, los paramilitares, que cambiarían las dinámicas de la guerra hasta nuestros días.

Foto: Centro Nacional de Memoria Histórica.

El corazón y la billetera

RECOMENDACIÓN DEL AUTOR* leer este corto texto mientras se escucha esta canción: Liar – Argüello ft. Jake Herring & Cavaro.

Ella saca fuerzas, la luz es intensa. También, a esa hora, le empiezan a pesan los tacones. Sonríe y con eso la acosa el diablo a ratos. El cabello y el ventilador.


2 am on a friday
2 am on a friday night


Noche fría en el Centro de una bochornosa Medellín. Jueves de rumba. O no, ya es viernes.  Seres humanos que se ponen a disposición para amar a alguien durante una noche. Ejercicio por pasatiempo o por locura.

Right there where i met you
Right there where i saw you smile


Él, adusto, la ve a ella. Ella, bailarina, lo ve a él. Digámosle a él Esteban, digámosle a ella Venus. El hombre de ojos encontrados, la mujer de 24 años con piel suave. ¿Amor? ¿Sexo? ¿Catástrofe?

You noticed. you noticed me
You knew that. you wanted this


Sí amor. Sí sexo. Sí catástrofe. Se conocieron en aquel bar de luces oscuras y destellos rosados. Bar de copas, lugar de striptease, Moulin Rouge o como le quiera decir. Entre ellos hubo chispas que se desbarataban debajo de las mesas y en el fondo de los tragos.

All red dress, you were looking fine, came and spent the night
Big brown eyes, haunt me late at night, when i came to find



El mismo vestido rojo que él había visto una vez en sus sueños. También la misma sábana. Los mismos piropos de él y las mismas respuestas de ella. A lo mejor esto sí se trataba de un sueño.

You are a liar girl, you are a thief, you are a thief
I gave you all my heart you broke that shit, you broke that shit


Ella es una ladrona, profesional. Le había robado el corazón y la billetera. 

Wake up, no where to be found, when i look around
Too turn, wallet on the ground, look inside and frown


Todo se volvía a repetir. Hasta la canción.

Cementos Argos aún le debe a Montes de María

«De buena fe». Así ha descrito la cementera Argos su compra de tierras en el norte de Colombia, al pie del mar, en los Montes de María. Pero estas tierras –lugar recurrente de violencia y grupos armados- más bien fueron despojadas de víctimas del conflicto, según magistrados de restitución de tierras.

12 sentencias de distintos tribunales colombianos obligan a Argos S. A. a devolver tierras de Montes de María a sus anteriores dueños. En las sentencias los jueces son claros al decir que Argos ignoró que estas fueran propiedades de víctimas del conflicto, y que sacó provecho de la situación de violencia para adquirirlas por poco precio.

Y es que la situación de violencia en Montes de María fue devastadora. Esta se cuenta, por ejemplo, con las 40 masacres que sus poblaciones tuvieron que soportar entre 1991 y 2003. Una de estas masacres fue la de El Salado, recordada como uno de los episodios más negros de nuestra historia reciente: 66 personas asesinadas por las AUC, un Ejército que no intervino y un pueblo que lloraba entre su propia sangre.

Escenarios como este han hecho que no menos de 473.107 personas –sobrevivientes- hayan tenido que desplazarse de sus hogares en Montes de María. Algunos pudieron vender sus tierras, otros las tuvieron que regalar y otros solo las abandonaron.

Hoy, un puñado de estas personas tiene la posibilidad de recuperar sus predios. Hay orden de la justicia colombiana para que Argos devuelva 1023 hectáreas de 26 fincas a víctimas del conflicto. Las restituciones deberán suceder en los municipios del Carmen de Bolívar (en el departamento de Bolívar) y San Onofre (en el de Sucre).

A sabiendas del conflicto

Argos omitió el conflicto y lo aprovechó para compra.

Las montañas de los Montes de María y sus 15 municipios han sido un punto rojo del conflicto durante años. Esto por una razón: los lugares recónditos que sortean sus riscos son escondites adecuados para que las autoridades no puedan ubicar a miembros de grupos armados ni siquiera por medio de operaciones en helicóptero. La geografía escarpada, salida al mar y rutas de narcotráfico también hacen que esta zona sea una muy valiosa para grupos armados.

Ni la gran ofensiva contra las Farc de Álvaro Uribe logró que existiera paz en los Montes de María. A pesar de que en 2005 ocurrió la desmovilización del Bloque Héroes de Los Montes de María de las AUC, la Defensoría del pueblo advirtió que desde 2008 esta zona había sido copada por otros grupos ilegales.  Incluso, la gobernación de Bolívar en ese entonces reconoció en un documento público que había «nuevas dinámicas de desplazamiento» en la zona.

Montes de María en 1987. Foto: Policía de Colombia.

Los grupos armados, según se registró, comenzaron a intimidar a la población de corregimientos y veredas, a cobrar extorsiones y a amenazar a quienes no trabajaran con ellos. Una de las formas de intimidación más recurrente, por supuesto, era decirle a la persona que tenía que abandonar sus tierras. Abandonarlas o sufrir alguna consecuencia.

Por esta época, en 2005, fue que Argos adquirió sus predios en Montes de María, que luego comenzarían a utilizar para la siembra y posterior comercialización de madera de árbol Teca. Esto hacía parte de un proyecto ambiental de Argos, pero para los magistrados de tierras aquí se «omitió la situación de conocimiento público y notorio de conflicto armado que se vivió (…), que afecto a la población víctima de violaciones de derechos humanos».

De acuerdo con los magistrados, Argos tuvo que saber que en Montes de María existía el conflicto porque en este lugar desarrollaba actividades relacionadas con su objeto social. También advierten en una de las sentencias que «no hay excusa» para que Argos, una empresa con sus recursos y con un equipo de abogados, no hubiera detectado las irregularidades en la compra de los predios.

Otro magistrado reconoce que Argos hizo todo esto en «claro desconocimiento del principio de solidaridad con la población desplazada». Este aparte es de una sentencia que refiere a la restitución de un predio en las inmediaciones de El Carmen de Bolívar, municipio del que hace parte el corregimiento El Salado.

Varias de las restituciones que Argos tiene que hacer corresponden a tierras de familias que huyeron de la masacre.

Existen registros de otros predios que Argos adquirió en circunstancias también extrañas: las tierras tenían medidas de protección colectivas en el marco de la Ley 387 de 1997. Esta Ley busca prevenir el desplazamiento forzado por la violencia en Colombia, no que las víctimas de desplazamiento vendan sus tierras.

En una de las sentencias se advierte que Argos «demuestra actividades o comportamientos repetidos a pesar del contexto, con lo cual puede sospecharse el aprovechamiento masivo de la situación de violencia».

A través de terceros

Aunque Argos no adquirió las tierras a su nombre, sí las acaparó luego.

En su página gestionforestalargos.com.co (que ya no se puede encontrar en la web), Argos dice que «cumplieron un estricto protocolo legal que incluyó diferentes aspectos» para las compras de tierras en Montes de María. Este protocolo legal, al parecer, ignoró que las tierras habían sido de víctimas y se aprovechó de ellas para obtener más.

Con la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, que existe desde 2011, hay normas en Colombia que prohíben que una persona o una empresa acumule tierras. No obstante, y también de acuerdo a la Ley, es posible -y fácil- crear figuras de terceros para que estos las adquieran en nombre propio, así en la práctica pertenezcan a otro dueño. Estas argucias jurídicas son difíciles de rastrear, y permiten que la acumulación de tierras continúe.

De acuerdo a datos del DANE, de hecho, el 1% de la población de Colombia es dueña del 81% de las tierras del país.

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Los Montes de María están ubicados en el noroccidente colombiano. Mapa: Wikicommons.

Así es que esto es lo que sucedió en Montes de María: Argos acumuló tierras de víctimas del conflicto que adquirió a través de fiduciarias, o «terceros». En las negociaciones oficiales intervenían personas naturales o jurídicas distintas a Argos, que traspasaban las tierras a su nombre y las ponían al servicio de la cementera aunque el nombre de la compañía no figurara en ningún lado.

Los magistrados de tierras lo explicaron en sus sentencias así: «con el fin de apropiarse de los bienes de las víctimas de desplazamiento forzado y abandono, se crearon diferentes figuras jurídicas (…), dando apariencia de legalidad a las negociaciones».

Los mismos magistrados califican todos estos procedimientos como un atentado hacia la misma Constitución colombiana. Esto lo explican de acuerdo al «modo inequitativo de acumular tierras y concentrar la propiedad».

De acuerdo con otra sentencia, hubo un «aprovechamiento de la zozobra originada por el conflicto armado, aniquilando los intereses y derechos de los campesinos víctimas, causando desarraigo, alterando el uso de la tierra para imponer proyectos productivos (…)».

Otro actor que pudo haber intervenido de forma negativa en todo este escenario fue el gobierno colombiano. La Fiscalía en este momento tiene pendiente una investigación hacia funcionarios que pueden haber sido partícipes y cómplices en estos procedimientos irregulares.

También hay que reportar que los magistrados de tierras le ordenaron a la Fiscalía otra investigación: una por la presunta conformación y financiamiento a grupos paramilitares por parte de quienes intervinieron en los negocios de los predios.

Despojo: a los dueños de las tierras les tocaba vender

Argos ofrecía por los predios mucho menos de lo que en realidad valían.

Los dueños de fincas en Montes de María se encontraban en una situación difícil: o irse y dejar las tierras que siempre trabajaron o quedarse y enfrentar la guerra. En una lugar donde campos minados, enfrentamiento entre grupos armados y Fuerza Pública, extorsiones y amenazas eran recurrentes, muchos optaron por lo primero.

Por culpa del conflicto, entonces, la gente comenzó a vender sus predios y ocurrió una desestabilización en los precios. Cuando algunos bajaron de precio de forma radical, de acuerdo a los magistrados de tierras, las fiducias y terceros asociados a Argos aprovecharon para comprarlas. Esto comenzó a desencadenar, poco a poco, una compra masiva de tierras en la zona.

En la masacre de El Salado murieron 66 personas a manos de las AUC.

De acuerdo con un campesino que aún vive en Montes de María, los precios cayeron al punto de que las hectáreas, cuyo precio original circulaba los tres millones de pesos, estaban siendo negociadas por hasta menos de medio millón. Los magistrados describen esto como un aprovechamiento de la situación de violencia para que «se privara arbitrariamente y por ínfimos valores a campesinos que allí eran propietarios (…)».

Hay sentencias que describen esta situación como un «despojo”. Para los magistrados se «privó injustamente a una persona de un bien en el que ha permanecido gran parte de su vida mediante un negocio jurídico”. Y esto se le hizo a personas víctimas de desplazamiento forzado y quienes «resultaron afectados en su libertad de consentimiento puesto que consideraron que la venta es la única salida que tienen».

En Montes de María se han presentado 7795 solicitudes de restitución de tierras, de las que se han resuelto 883 en juzgados: apenas un 11 por ciento.

TEXTO PUBLICADO EN https://analisisurbano.org/cementos-argos-aun-le-debe-a-montes-de-maria/41269/ el 21 de mayo de 2019.

Así es la vida en un refugio para líderes sociales amenazados

“Nosotros no estamos haciéndole daño a nadie. Estamos defendiendo lo nuestro, lo que nuestros ancestros nos dejaron. Eso no es un delito”. Hasta 25 líderes pueden pasar la noche en esta casa de acogida del sur de Bogotá.

De ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo 

No se oyen gritos, no se siente ansiedad. Este es un lugar donde los líderes pueden sentarse, ver fútbol en un televisor o dormir con la certeza de que están a salvo. Sin embargo, es imposible que se sientan en casa. Sus casas están lejos y allá –según varios de sus testimonios– siguen sus familias. 

Sus historias tienen puntos comunes. A sus  casas u oficinas llegan panfletos y mensajes intimidades que se atribuye algún grupo armado. Les dicen que los van a matar y les dan plazo para irse de sus territorios. Pueden ser días. Pueden ser horas. 

Perderse. Irse. Desaparecerse. “No los queremos ver más por acá”. Y es así es como llegan a una casa como esta, que pertenece a la corporación Claretiana Norman Pérez Bello. Esta organización social nació en 1997 como un homenaje al misionero Norman Pérez, defensor de Derechos Humanos asesinado en 1992. Desde entonces, hace lo que puede para darle una mano a los líderes que esquivan la muerte.

Desde hace 20 años, la corporación tiene un lugar como este en la ciudad. No siempre ha sido la misma casa, pero el procedimiento sí ha sido el mismo: la Cruz Roja o la Arquidiócesis de Bogotá se pone en contacto con ellos, les dice que hay un líder social que necesita ayuda y le pregunta a la corporación si le puede dar acogida. En el último año, esta casa ha llegado a albergar hasta 25 líderes por noche. Les ofrecen techo y comida mientras encuentran estabilidad en la ciudad. A veces, este proceso puede tardarse meses.

La trabajadora social de la corporación nos dice que podemos conversar abiertamente con los líderes, pero entre menos detalles revelemos a la hora de publicar esta historia, mejor. 

Como ya hemos visto a lo largo de este especial, aunque el Estado ofrece medidas de protección –insuficientes en una gran cantidad de casos– es común que los líderes no confíen en el sistema que está planteado para protegerlos. “Es difícil confiar en el gobierno cuando ellos no tienen la capacidad o la voluntad de brindar las medidas de seguridad. O también porque ellos mismos, dependiendo el caso, son los victimarios”, asegura un líder sentado en un sillón rojo que se destaca en la sala.

Foto por Tomás Mantilla.

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Crónica: ‘Ahora siento descanso’

El Estado colombiano entregó en Villaviciencio los restos de seres queridos a siete familias: una dolorosa deuda de años.

Villavicencio, Meta, Colombia.

La cita es en un hotel cerca al cementerio central. El salón es blanco, amplio, frío. 40 personas están sentadas al frente de siete féretros, que reposan encima de una mesa. A cada uno lo acompaña una foto en un portarretratos, una vela y una corona de flores blancas encima. Suena la música suave de un sintetizador. Detrás de los féretros hay banderas de Colombia, del Meta, de Villavicencio y de la Fiscalía. También permanecen de pie, casi inmóviles, dos forenses: manos en la espalda, gesto serio.

Los asistentes en el salón son familiares de víctimas del conflicto armado colombiano. Víctimas dadas por desaparecidas hace años. Personas de las que no se volvió a saber nada hasta hace poco, cuando sus restos, por fin, fueron encontrados en un cementerio e identificados. Hoy se los entregan a sus familiares, y aunque la tristeza no se se ha ido, sí por lo menos la zozobra de pasar años tratando de encontrarlos.

Es la mañana del viernes 2 de noviembre. El evento es oficial, el Estado es el que hace la entrega. De su parte están los forenses, otros representantes de la Fiscalía y un par de personas de la Unidad de Víctimas. Otros actos de entrega anteriores a este fueron acompañados por un par de agentes de la Policía, en custodia de los féretros. Las víctimas pidieron que este protocolo se modificara: en algunos casos, la misma Policía o el Ejército fueron los responsables de la muerte de sus seres queridos. A los familiares les daba pavor que policías uniformados y armados fueran los que entregaran los restos de sus familiares. 

Hace un par de meses se supo de 2.304 restos de personas no identificadas en cinco cementerios del Meta y de Guaviare. De estos, se cree que 1.700 corresponden a víctimas de ‘falsos positivos’. Con este descubrimiento empezó uno de tantos procesos oficiales de identificación de restos: se hacen para, primero, saber quiénes eran las víctimas y dónde estaban cuándo se les dio por perdidos. Luego empieza un proceso judicial para dar con los responsables de las muertes. Estos procesos, a veces, se encuentran a medio camino con los familiares que buscaban a sus desaparecidos.

En el salón del hotel, al frente, hablan y oran un sacerdote católico y después un pastor cristiano. Los familiares de las víctimas —quienes son víctimas también— reciben una documentación legal con el acta oficial de defunción, con papeles para obtener facilidades de educación y con otras formas de reparación que ofrece el Estado. Se habla poco y hay algunas lágrimas. Los familiares pasan al frente a recibir los féretros.

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Foto: María Alejandra Rodríguez.

12 años después, Hermógenes encontró a su madre. Antes de eso no la conocía, porque no creció con ella. Él ahora tiene 29 años, esposa y es padre de dos hijos. Su madre biológica llevaba años desaparecida, desde un día en que ella, Luz Yanet, llevaba una encomienda en el pueblo en el que vivía, y el Ejército la capturó porque creían que trabajaba para la guerrilla.

Luz padeció una enfermedad de discapacidad intelectual aguda toda su vida, y no hay pruebas que apunten a que trabajara para grupo ilegal alguno. Pero a las horas de estar capturada en el batallón, los soldados, que tenían la obligación de llevar el caso de Luz a la Fiscalía (para que se hiciera la investigación por lo de “presunta guerrillera”), la sacaron de allí en un carro. Lo poco que se sabe hasta ahora, es que después fue asesinada por paramilitares. Su cuerpo terminó en un cementerio de Granada, Meta, nadie sabe cómo.

Hermógenes recogió los restos de su madre. Tuvo que acudir al Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda para que esto se lograra después de 12 años de no encontrarla. Decidió apelar al colectivo porque el Estado fue muy lento en los procesos para encontrar a su madre, al igual que en ocasiones se mostraron negligentes.

Hermógenes llora, entre tristeza y algo de júbilo. Buscó a su madre por 12 años largos y por fin le va a poder dar digna sepultura. El acto del hotel finaliza con un minuto de silencio y luego aplausos. Los familiares de las víctimas salen del salón con los féretros cargados en las manos: van en fila y caminan solemnes, como en una procesión. “Anoche no pude dormir”, dice Hermógenes, “ahora sí siento descanso”. Habla y tiembla un poco su voz, como si esas palabras quisieran salir desde hace mucho.

Según el forense a cargo de los cuerpos que se entregaron, las bóvedas de la Fiscalía están llenas. Una razón de esto es que el Proceso de Paz con las Farc sirvió para llegar a algunas fosas de las que no se tenía conocimiento, o a las que no había acceso. Hay entregas de cuerpos en todo el país cada semana.

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Foto: María Alejandra Rodríguez.

El Cementerio Central de Villavicencio está envejecido, desatendido, desgastado bajo el sol de los llanos. Pasto muy alto, cruces torcidas, tumbas descascaradas. La procesión de los siete féretros llega al cementerio. Algunos de los que los cargan se reúnen en círculo para hacer un acto de reconocimiento simbólico a sus víctimas. Otra familia de tres, ajena, le lleva flores a un ser querido. Miran de lejos todo el acto, curiosos.

Foto: María Alejandra Rodríguez.

Luego sigue el sepelio, el entierro. Hay cantos tristes cuando inicia la ceremonia, y de nuevo lágrimas ocasionales. Algunas son profusas, otras dolorosas. Los féretros van a entrar a sus respectivas tumbas. Las familias van a dar el último adiós a los suyos. Hermógenes sonríe, por momentos.

El sepulturero del cementerio destapa las bóvedas. Ton, ton ton, suena un martillo pequeño. El sepulturero mete los féretros. Después dirá que, para los familiares, “al menos ya saben si están vivos o muertos. Y se pueden despedir”. El sepulturero cierra las bóvedas. Ton, ton, ton.  

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Foto: María Alejandra Rodríguez.

“Yo vivo el descanso de que ya encontraron a mi mamá. De que la encontré”, dice Hermógenes. Por varios años tuvo que ir de pueblo en pueblo buscándola. Vueltas en oficinas, sacar papeles, a veces no recibir información. Como se dijo, en muchos casos los procesos de identificación de restos son lentos, y entonces todavía más la entrega a sus familias. Y eso que en un país con 83.998 desaparecidos –según el Centro Nacional de Memoria Histórica– todavía hay muchas tumbas por descubrir,  así como muchas familias a la espera.

“Yo necesito saber quién fue y por qué”, sigue Hermógenes. “Necesito justicia. Y que la persona que cometió el asesinato en algún momento dé una disculpa. Yo sería capaz de aceptarla”. A Hermógenes le falta mucho todavía. Lo siguiente es encontrar a las 7 hermanas que sospecha que tiene. Solo a una la conoce. 

Hay heridas muy profundas de la guerra que apenas están sanando. 

Todas las fotos las tomó María Alejandra Rodríguez (@MmariaRodriguez en Twitter).
TEXTO PUBLICADO EN https://pacifista.tv/notas/ahora-siento-descanso-victimas-del-meta-por-fin-enterraron-a-sus-desaparecidos/ EL 6 DE NOVIEMBRE DE 2018.

Relatos cortos de una ciudad que intenta volver a la normalidad

Seguimos y seguimos reciclando nuestra violencia como si nos gustara, como si fuera un motivo de orgullo.

De camino al hospital de la Policía, por la 26, ya se veían tres banderas con los tres colores de Colombia a media asta. La ciudad silenciosa, conmovida y alerta. Varias persona estaban llamando desde afuera preocupados porque sus familiares en Bogotá estuvieran bien. 21 muertos, 66 heridos en nueve hospitales. 21 muertos, hasta ahora.

Ocho años pasaron para que en la capital de Colombia volviera a explotar un carrobomba. Esta vez sucedió en lo que podríamos considerar el corazón del aparato militar colombiano. Se ha dado toda clase de declaraciones y el país está lejos de saber la verdad, pero el ataque ya se le está adjudicando al ELN y, según el ministro de Defensa Guillermo Botero, se hizo con un conductor suicida que entró a la Escuela de Cadetes General Santander con 80 kilos de pentonita  y estacionó el vehículo al lado del dormitorio de las cadetes. Lo siguiente fue el estruendo, el fuego y la muerte.

“Para mí que eso ya se veía venir”, James, en el Transmilenio. 

Colombia está en un momento raro. Durante los últimos años los titulares sobre violencia incluyeron la palabra “paz”, y sí es cierto que los índices bajaron. Pero despertamos en 2019 y nos damos cuenta de que la violencia volvió a subir, de que se está matando en Colombia como hace años no se hacía. En 2019 ya asesinaron a 9 líderes sociales asesinados, bajaron a un helicóptero comercial con un misil y ahora esto. Ahora la pesadilla de una bomba en una ciudad.

“Te tienes que acostumbrar a que este país es así”, María, una transeúnte que pasa por el Monumento a los Caídos y le habla a su amiga.

No es mucha la información que ha entregado la Policía: que por ahora no hay declaraciones y que no hay parte médico de cómo están los heridos. Que están trabajando con un equipo de psicólogo para reconstruir lo ocurrido. Poco más. El mensaje que sí está dejando claro la Fuerza Pública en Bogotá es otro: la ciudad está llena de Policía y Ejército. A cuatro cuadras a la redonda del hospital de la Policía hay soldados con camuflados, cascos y fusiles de asalto.

No sé si eso me hace sentir protegido o vulerable.

“No he podido encontrar a mi hijo. Ya fui a tres hospitales. No quiero ir a Medicina Legal, tengo miedo”, Eugenia, madre de uno de los heridos. 

Es terrible ver a un militar con una bandera de otro país en su uniforme entrando con la cara pálida a un hospital en Colombia. Es terrible que el mierdero de otro país le haga entrar así a una clínica extranjera para averiguar por la suerte de un compatriota víctima.

“Volvimos a la época del uribismo. Más requisas, más atentados, más gente para el camión”, José, habitante de calle. 

Es macabro cómo el número de heridos y de muertos ha aumentado con las horas. Cómo de 5 se pasa a 9 muertos, o de 29 a 80 heridos. Es macabro cómo una vida humana termina luciendo como una estadística.

“Yo veo la cosa muy difícil. La violencia sí bajó pero también le han bajado recursos a la Fuerza Pública. Hay un montón de gente del Ejército volada, o sea que los echaron. Veo que Colombia no está lista para que su fuerza militar disminuya todavía”, Jaime, pensionado de la Armada Nacional. 

Texto publicado en https://pacifista.tv/notas/relatos-cortos-de-una-ciudad-que-intenta-volver-a-la-normalidad/ el 18 de enero de 2019